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tutoria personal

Nazisme

Nazismo

Nazi es la contracción de la palabra alemana NAtionalsoZIalistische, que significa nacionalsocialista y hace referencia al movimiento Nazista o Nazismo.

La palabra nazi se utiliza para todo lo que se relaciona con el régimen que gobernó Alemania de 1933 a 1945 con la llegada al poder del partido nacionalsocialista, el autoproclamado Tercer Reich y Austria a partir de la Anschluss, así como los demás territorios que lo conformaron (Sudetes, Memel, Danzig y otras tierras en Polonia, Francia, Checoslovaquia, Hungría, Holanda, Dinamarca y Noruega). La Alemania de este periodo se conoce como la Alemania nazi.

Fue un término acuñado por el ministro de propaganda del régimen alemán Joseph Goebbels, que lo usó durante uno de sus discursos para referirse a los miembros de su partido, el Nationalsozialistische Deutsche Arbeiterpartei (NSDAP) Partido Nacionalsocialista Alemán de los Trabajadores.

Contenido

Contexto histórico

El nazismo es una ideología que surge en la Alemania de los años 20 pero que no alcanzará importancia hasta los años 30, momento en que las duras condiciones de paz impuestas en el Tratado de Versalles (1919) se juntan con la grave crisis mundial del Jueves Negro en 1929. A nivel mundial, las democracias liberales quedan fuertemente desacreditadas. La situación mundial parecía dar razones a las reivindicaciones obreras tradicionalmente vinculadas al marxismo y socialistas del siglo XIX. La acumulación de la producción llevó a la quiebra de las empresas, despidos masivos de trabajadores y la situación se agrava aún más. En Alemania la situación es más acuciante aún, ya que a los devastadores efectos económicos se sumaba la obligación de pagar el tributo de la derrota en la Primera Guerra Mundial, y el descontento popular ante la injusta situación que hacía que las calles se llenaran de manifestaciones extremistas de toda índole, tanto de izquierda como de derecha.

El libro Mein Kampf

Los nacionalsocialistas creen principalmente en la determinación biológica como factor decisivo en la definición de las labores que ha de ejecutar un individuo. Identifican al hombre ario con el concepto de hombre creador, viril y guerrero. A partir de allí, le reconocen todos los triunfos de la especie humana. Sin embargo, también creen en la ciclidad de la historia, como Spengler, y sostienen que las civilizaciones creadas por los arios decaían y morían una vez sus elementos representativos se mezclaban racialmente con miembros de otras razas.

El nacionalsocialismo identifica en la comunidad judía la antítesis del hombre ario, siempre en lucha con él. De allí deriva teorías acerca de la existencia de una conspiración judía para hacerse con el control mundial. Advierten que muchos de los principales líderes comunistas son también judíos y asimilan ambos conceptos, bolchevismo y judaísmo, en una misma cosa. Los nacionalsocialistas o nazis encontrarán en este colectivo el blanco perfecto de su ira para que el pueblo alemán descargue toda la frustración ante la pésima marcha de la economía.

Los veinticinco puntos del NSDAP no varían desde su creación como Partido Obrero Alemán: expulsar a los judíos, establecimiento y defensa de un cristianismo positivo, gobierno en beneficio del interés general sobre el particular, imponer el orden y acabar con el tratado de Versalles. No obstante lo anterior, existen documentos que soportan diferentes teorías de gobierno planteadas para establecerse al final de la guerra e imponer en Europa un sistema de castas basado en la función de la población (campesino/obrero-sacerdote-guerrero) bajo la dirección de las Schutzstaffeln, o SS.

Los principales ideólogos del partido cuando éste llegue al poder ya están allí, (Alfred Rosenberg, Walter Darré, Heinrich Himmler, Rudolf Hess, entre otros), así como los elementos que lo caracterizarán también. Una fe ciega en un líder, Hitler, y un enemigo mortal al que echar todas las culpas, los judíos. Creyentes con una fe inquebrantable en Hitler que, curiosamente, harán notar sus animadversiones hacia sus compañeros de partido compitiendo unos con otros por obtener los favores del führer cuando éste ostente el poder.

El grupo ya hacía tiempo que llevaba forjando todo un mito en torno a la raza aria. Un mito sobre sus orígenes, sobre su fuerza y su vigor y, ante todo, sobre su superioridad respecto a las demás razas. El nacionalsocialismo resulta una ideología fascista en la medida en que se caracteriza por dar gran importancia al estado, a partir del cual se debe organizar toda actividad nacional razón por la cual se creó el Frente Nacional del Trabajo, una especie de sindicato de todos los trabajadores alemanes y cuyo director era el mismo Führer. Tratándose de un gobierno totalitario, otras características típicas son las de presentar un fuerte liderazgo de un caudillo supremo, en este caso Hitler, y por defender un imperialismo visceral que debe llevar a conquistar los pueblos que se consideren inferiores. A la pregunta de qué es el nazismo, muchos alemanes en aquella época respondían: la voluntad del Führer.

Inicio y acceso al poder del nazismo

En 1919, el austríaco Adolf Hitler, se desempeñaba como miembro de las fuerzas militares de Baviera. Como parte de sus funciones le fue encomendado investigar acerca de un naciente movimiento político: el Partido Obrero Alemán. Una vez convencido de sus principios, se unió a dicho partido haciéndose cargo del área de propaganda. Un año más tarde, el partido publicó su programa: Veinticinco puntos entre los que se contaban el rechazo al Tratado de Versalles, la aspiración a la unidad con Austria en la "Gran Alemania" y a un gobierno central fuerte, y la voluntad de reservar a Alemania sólo para los "verdaderos" alemanes.

Este partido no hubiese llegado a más, probablemente, y se demuestra en la gran cantidad de partidos de similares creencias de la época, sin la adhesión de un Hitler idealista y dotado orador, ni sin el apoyo de los poderes económicos y financieros que apoyaron su campaña anticomunista. La agitación comunista en Alemania por aquel tiempo era intensa. Su fuerte carácter pronto lo lleva a capitanear el partido.

Se adoptaba asimismo un nuevo nombre, el de Partido Nacional Socialista Obrero Alemán. Nacía así el partido Nazi, contracción dada por sus detractores, dirigido por el propio Hitler desde 1921.

Tras encabezar un fallido intento de golpe de Estado en 1923, contra la República de Weimar, Hitler es condenado a prisión y recluido en un castillo. Una condena de 5 años, de la que finalmente solo cumplió once meses, le permitió escribir el libro semiautobiográfico Mein Kampf (Mi lucha) que pronto se convierte en el elemento que le faltaba al colectivo, un libro casi sagrado. En él declara firmemente su antisemitismo y su anticomunismo y deja claro que los arios son una raza superior a todas las demás.

El crecimiento del caudal electoral nazi llegaría con la crisis de 1929. Aún sin tener mayoría en el Reichstag (parlamento alemán), en 1933 Hitler consigue ser llamado por los sectores conservadores para ocupar el cargo de Canciller de Alemania, con el derechista Franz von Papen como Vicecanciller.

De canciller a Führer del III Reich

Una vez en el cargo, Hitler decretó nuevas elecciones en medio de una intensa propaganda nazi.

Muy poco tiempo antes de los comicios, el Reichstag fue incendiado. Entonces Hitler culpó a los comunistas, sugiriendo que el incendio era el comienzo de una revolución y sembró el pánico con el objetivo de un mayor caudal electoral.

Finalmente, las elecciones le otorgaron el control del Parlamento, que poco después aprobaba una ley que establecía una dictadura a través de medios democráticos. La Ley Habilitante, aprobada con el apoyo de la derecha católica de Von Papen y Ludwig Kaas, era en realidad una serie de herramientas jurídicas que le permitía al Canciller ejecutar todo tipo de actos sin miramiento a los límites legales y constitucionales vigentes cuando fuera necesario para mantener el orden en la república. Comenzaba así el Tercer Reich, que la propaganda afirmaba duraría mil años.

Hitler, tras la muerte del Presidente Hindenburg, reunió en su mano todo el poder e impuso desde entonces un gobierno centrado exclusivamente alrededor de su figura, basado en el principio del caudillo o Führerprinzip. Según este principio político, el Führer (Caudillo) quedaba identificado con el pueblo ("Era" el pueblo), y sólo él conocía y representaba el interés nacional.

Esta representación del pueblo por el líder era esencial: no suponía ningún procedimiento de consulta y delegación del poder. El Führerprinzip, sostenían sus ideólogos, reemplazaba a un gobierno irresponsable e impotente (el parlamentario), por otro poderoso y en el que la responsabilidad recaía en una sola figura. Así, la voluntad del Führer se transformaba en la ley. La aplicación de este principio resultó en formas totalitarias de control y represión, ya que cualquier oposición a los designios del Führer era, por definición, antinacional.

El régimen que se implantó ejerció un fuerte control sobre cada aspecto de la sociedad, mostrando especial interés en la educación de la juventud alemana. Desde la infancia, se enseña a los niños a ser duros y a sufrir la lucha por ser el más fuerte, seleccionando poco a poco a unos escogidos que irán conformando una nueva élite de guerreros sagrados (la SS) a modo de una nueva Esparta naciente y victoriosa. La ciencia tampoco escapa a la influencia de partido que la utiliza para justificar sus ideas o para buscar nuevas armas para la guerra que se venía preparando.

El poder de Hitler se consolida la noche de los cuchillos largos cuando ordena el asesinato de los principales líderes de las SA, fuerzas de asalto que habían apoyado a los nacionalsocialistas en su ascenso al poder, y el asesinato de su Jefe, Ernst Röhm en 1934.

Persecución y represión

Hitler aplicó de inmediato la represión contra un amplio espectro de ciudadanos: judíos (definidos como enemigos de la nación), comunistas, testigos de Jehová, homosexuales y todo aquello que se opusiera a la estrecha definición nazi de la "nación".

La represión la llevaron adelante prioritariamente la SS, fuerzas paramilitares creadas en 1925 y fortalecidas por el régimen, y la Gestapo, policía secreta nazi que respondía a las SS, y que contaba con una densa red de espías y delatores.

El terror se ejercía de forma directa: por medio de la censura, las agresiones físicas, los arrestos y las detenciones en campos de trabajo.

Propaganda

La teoría nazi sostenía que entre el Führer y su pueblo existía una armonía mística, una absoluta comunión. Pero en la realidad, la aprobación y adhesión del pueblo debían ser logradas. Por eso, la propaganda fue llevada adelante por Joseph Goebbels desde el "Ministerio del Reich para la educación del pueblo y la propaganda", creado en 1933.

La propaganda se desarrolló en varias direcciones. Se recurrió a los grandes actos públicos, manifestaciones y desfiles nazis, que escenificaban la grandeza de Hitler y la disciplina impecable de su ejército; se difundieron políticas de bienestar (vacaciones, pensiones, etc.) y se recurrió a los medios de comunicación masiva. Los afiches favorables al régimen nazi y a su política cultural y racial cubrieron las ciudades. Los periódicos y libros fueron sometidos a una estricta censura, y se llevaron a cabo grandes quemas de libros considerados "perniciosos".

El cine sufrió no sólo la censura, sino además la manipulación. Todas las películas debían contener algún mensaje pronazi. El propio estado se ocupó de producir películas documentales de propaganda, utilizando todos los adelantos de la técnica y arte. La radio se convirtió en un medio muy importante para el régimen, ya que permitía que la voz del Führer entrara en los hogares alemanes, del mismo modo que la propaganda nazi.

La propaganda no buscaba sólo fortalecer la fidelidad al régimen o el odio hacia los judíos, sino también difundir formas culturales consideradas propias o saludables para la nación, identificadas con la raza aria. De esta manera, se instaba a los jóvenes sanos a casarse, informándoles previamente de los antecedentes raciales de su pareja, y a procrear familias numerosas. Las mujeres eran alentadas a permanecer en el hogar y a dedicarse a la crianza de los niños.

Los jóvenes fueron un blanco importante para la propaganda nazi. Se crearon instituciones destinadas a la socialización de niños y jóvenes, como las Juventudes Hitlerianas. En ellas los jóvenes recibían una cuidadosa educación física y adoctrinamiento político. La Liga de Muchachas Alemanas formaba a las niñas para sus futuras tareas en el hogar, mientras los niños aprendían destrezas militares. No obstante lo anterior, un gran número de mujeres también hizo parte de las Hitlerjugend.

Uso de la economía como propaganda política

Para Hitler, su régimen había restablecido la "primacía de la política", a la cual debía someterse la economía del Tercer Reich. Así, hasta 1939, las demandas de los industriales (de menores costos) se enfrentaron con la necesidad de la legitimación del régimen, dotando de cierto bienestar a los trabajadores. Las competencias nacionales de destreza en el oficio, o el lanzamiento de Volkswagen -el auto del pueblo- fueron claros ejemplos de esta obra social del Tercer Reich.

Las políticas socialistas de la Alemania nazi sólo pudieron hacerse compatibles con el gasto en armamento a costa de un enorme déficit público (que se acumuló año tras año desde 1933) y de un control de precios y salarios policíaco, que provocó todo tipo de distorsiones e ineficiencias económicas.

Política de higiene racial

Los nazis instauran también el control reproductivo de la sociedad alemana. Es imperiosa la necesidad de crear nuevos arios y de sacar de la circulación aquellos que presenten defectos en nombre de la higiene racial, promoviendo la eugenesia y recurriendo a la eutanasia si hacía falta. Así mismo, se buscó la fecundación de todas las alemanas de buena sangre por parte de la élite aria para que poco a poco la raza perdida recupere su esplendor. El resultado de esto fue el establecimiento de los campos Lebensborn en los cuales mujeres de origen ario eran inseminadas con padres seleccionados para la creación de niños racialmente puros.

El nazismo está imbuido de una paranoia racial que le lleva a tejer todo un entramado científico-místico. Por una parte, pretende demostrar mediante la moderna ciencia de la biología, la selección natural de Darwin y las leyes de la herencia de Gregorio Mendel, de modo pseudocientífico la realidad de la raza pura y, por otro lado, presenta la creencia mística de que esta debe recuperar unos poderes que se le suponen perdidos por los cruces con razas supuestamente degeneradas, como serían los judíos o, en menor medida, los eslavos. En los judíos se centra el mal de males y hacia mediados de la Segunda Guerra Mundial empezarán a ser exterminados en los campos de concentración.

Antisemitismo Nazi

Para Hitler, los comunistas eran enemigos de la nación alemana. Pero había un enemigo mayor aún que se fusionaba con ese y con los otros posibles: los judíos. Partiendo de una concepción racista, desde principios de los años veinte Hitler fue reconstruyendo un estereotipo racial del judío, a partir de las teorías de Walter Darré, Alfred Rosenberg, Spengler (Siglo XX), Houston Stewart Chamberlain y el condé de Gobineau (Siglo XIX).

Los judíos encarnaban, para Hitler, todos los males que aquejaban a la nación alemana (no judía): eran los proletariados agitadores, los financistas avaros y los grandes industriales que exprimían al pueblo alemán; eran la prensa que difamaba a la nación, y también los débiles y corruptos parlamentarios cómplices de los humillantes tratados de paz y de la debilidad de la nación. Eran, en síntesis, el enemigo racial, que desde el interior corrompía y contaminaba a la nación, debilitándola.

El judío era el enemigo absoluto que tanto necesitaba el sistema totalitario para la movilización política y social, así como para distraer la opinión pública de los propios problemas.

En 1935, las leyes de Núremberg privaron a los judíos de la ciudadanía alemana y de todo derecho. Se les prohibió el contacto con los arios y se les obligó a portar una identificación. Las leyes afectaban a todos aquellos a quienes el Estado definía racialmente como judíos. Continuaron la violencia y el acoso de las SS y de la policía a los judíos, produciéndose masivas emigraciones.

Luego siguió una segunda fase de expropiación, caracterizada por la "arianización" de bienes, los despidos y los impuestos especiales.

En 1938 se les prohibió a los abogados y médicos judíos el libre ejercicio de sus profesiones y se obligó a que los que tenían nombres de pila no judíos que antepusieran los de "Sara" o "Israel" a los propios, para la identificación en los campos de trabajo y en los mismos ghettos). El resultado, distinguirlos.

En noviembre, esgrimiendo como excusa el asesinato de un diplomático alemán en París a manos de un joven judío, fueron atacados por miembros de las SS, en lo que se llamó la "noche de los cristales rotos". El resultado fue de tal magnitud que el mismo Estado hubo de restaurar el orden que el mismo había perturbado.

Los judíos fueron considerados globalmente responsables del ataque y obligados a reparar los daños, a indemnizar al Estado alemán por los destrozos y a entregar el dinero recibido a compañías de seguros. Se los excluyó de la vida económica, se les prohibió el acceso a las universidades, el uso de transportes públicos y el frecuentar lugares públicos como teatros o jardines.

Finalmente, los judíos fueron concentrados en ghettos (barrios especiales donde vivían hacinados) o en campos. A esto seguiría la esclavización y el exterminio durante la guerra. Los campos de concentración, inicialmente destinados a la prisión preventiva de "enemigos del estado" (comunistas, por ejemplo), se convirtieron en lugares de trabajo forzoso, para experimentos médicos y para la eliminación física de judíos, gitanos, homosexuales y discapacitados.

Sobre este último punto, hay quienes sostienen la inexistencia del holocausto judío en las proporciones que son comúnmente aceptadas. Los principales expositores del caso son Robert Faurisson, Paul Rassinier y David Irving. El caso más conocido fue el del Commonwealth de Canadá contra Ernst Zundel, ciudadano alemán quien negó el holocausto en su página de internet. Al viajar a Canadá, fue detenido y procesado por difamación contra el pueblo judío. En dicho proceso, Alfred Leuchter, constructor de cámaras de gas para las prisiones de los Estados Unidos realizó un informe en el que concluyó que en la gran mayoría de las cámaras de gas de los campos de concentración de la segunda guerra mundial habría sido imposible gasear masivamente una población, sin embargo, vale la pena aclarar que el informe no niega la existencia del holocausto sino los métodos utilizados para el exterminio del pueblo judío.

Política exterior

El objetivo final de la política exterior nazi era la conquista del Lebensraum o espacio vital alemán. Su imperialismo era a la vez económico y racial. Hitler sostenía que el pueblo elegido (la raza superior) debía disponer de suficiente espacio, definido como una relación entre los recursos (tierras, alimentos) y la población. Su objetivo inmediato eran las tierras de Europa Oriental, pobladas por razas consideradas inferiores.

La política interior totalitaria del Tercer Reich estaba al servicio de su política exterior expansionista. El totalitarismo creaba las bases materiales y psíquicas para la conquista exterior y, al mismo tiempo, los grandes éxitos y la conciencia de la "misión" de la raza distraerían a la población de la represión interna.

Hitler expresó desde un principio su voluntad de rearme a Alemania. Realizado primero en secreto, se hizo público después de 1935 y fue tolerado por las naciones europeas que estaban más preocupadas por el avance del comunismo que el nazismo. La política inglesa y francesa fue la del "apaciguamiento", que consistía en conceder a Hitler aquello que reclamaba y firmar nuevos pactos, apostando con esto a mantener a los nazis bajo control.

Ejércitos mayores y mejores entrenados, producción de barcos de guerra, aviones, tanques y municiones, e investigación de nuevos tipos de armamento, absorbieron crecientes recursos estatales. Por otro lado, el rearme permitió llegar al pleno empleo y dejar atrás la crisis de 1929. Esto reactivó la economía alemana y trajo un nuevo prestigio al reich.

En 1936, las fuerzas militares alemanas reocuparon sorpresivamente Renania. Desde ese momento y hasta 1939, la táctica consistió en ataques justificados por el derecho alemán al Lebensraum, seguido por nuevas promesas de paz.

Al episodio de Renania le siguió la intervención en la guerra civil española y la anexión de Austria en 1938. La semidictadura austríaca intentó en vano impedir la campaña de anexión de los nacionalistas austríacos y dejó finalmente el poder a los alemanes en 1938. Un plebiscito a favor de la "Gran Alemania" confirmó luego la Unión.

El siguiente objetivo fue Checoslovaquia, donde un conflicto con la minoría alemana de los Sudetes le sirvió de excusa para la anexión de la región en 1938. Inglaterra y Francia accedieron a estas pretensiones alemanas por medio de los Acuerdos de Múnich y Chescolovaquia debió ceder. Pero Hitler invadió el resto de Checoslovaquia en 1939. Esto puso de manifiesto su verdadera intención y el fracaso de la política de "apaciguamiento" de Inglaterra y Francia. Cuando, tras firmar un pacto de no agresión con la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), Hitler se lanzó en septiembre de 1939 a invadir Polonia, Francia e Inglaterra le declararon la guerra. Así comenzaba la Segunda Guerra Mundial.

Claves de la ideología nacionalsocialista temprana

  • Anticomunismo y, en general, oposición a toda forma de ideología marxista.
  • Racismo
    • Especialmente el antisemitismo.
    • Creación de la Herrenrasse por el Lebensborn (un departamento del Tercer Reich)
    • Antieslavismo (al menos hasta la II Guerra Mundial).
    • Creencia de algunos ideólogos en la superioridad de la raza aria, alemana y nórdica, aunque también de la raza blanca europea.
  • Eutanasia y eugenesia buscando la supuesta "higiene racial"
  • Negación de la democracia, con la consiguiente prohibición de la existencia de partidos políticos, sindicatos.
  • Führerprinzip/creencia en el líder (Responsibilidad ascendente y autoridad descendente).
  • Fuerte exhibición de la cultura local.
  • Regeneración del arte.
  • Amor a la Naturaleza y creación de reservas naturales y leyes de protección de la Naturaleza.
  • Darwinismo social
  • Defensa de Sangre y Tierra (en alemán: "Blut und Boden" - idea representada por los colores rojo y negro de la bandera nazi)
  • "Lebensraumpolitik", "Lebensraum im Osten" (Creación de más espacio vital para los alemanes en el Este de Europa).
  • Relación con el fascismo italiano de Benito Mussolini y el español de Francisco Franco.
  • Creación del Frente de Trabajo, que aglutinaba a los trabajadores de Alemania para un mejor entendimiento de los problemas de estos.
  • Proyecto "Belleza en el trabajo" para mejorar las condiciones laborales de los obreros.
  • Creación de la "Ayuda de Invierno" para acabar con el hambre y la penosa situación de muchos alemanes antes del Reich.
  • Grandes actos de masas para fomentar el espíritu colectivo.
  • Era voluntario, a partir de los 10 y hasta los 17, ser miembro de las Juventudes Hitlerianas donde se realizaban proyectos juveniles y lucrativos.

Totalitarismes

Totalitarismo

Se conoce como totalitarismos a las ideologías, los movimientos y los regímenes políticos donde la libertad está seriamente restringida y el Estado ejerce todo el poder sin divisiones ni restricciones (de un modo mucho más intenso y extenso que el teórico poder absoluto de las monarquías del Antiguo Régimen).

Los totalitarismos, o regímenes totalitarios, se diferencian de otros regímenes autocráticos por ser dirigidos por un partido político que pretende ser o se comporta en la práctica como partido único y confundirse con las instituciones del Estado, y por lo general exaltan la figura de un personaje que tiene un poder ilimitado que alcanza todos los ámbitos y se manifiesta a través de la autoridad ejercida jerárquicamente. Impulsan un movimiento de masas en el que se pretende encuadrar a toda la sociedad (con el propósito de formar un hombre nuevo en una sociedad perfecta), y hacen uso intenso de la propaganda y de distintos mecanismos de control social y de represión como la policía secreta o los campos de concentración. El fascismo y el estalinismo de la Unión Soviética (y en mayor o menor medida el de sus países satélites denominados socialismo real) son los ejemplos más destacados.

El totalitarismo es una forma de Estado, es decir, una forma de organizar los cuatro componentes del mismo (territorio, población, gobierno y poder -también el jurídico o el derecho-). El totalitarismo no es simplemente una forma de gobierno, una organización en cuanto a las personas que ejercen el poder, es toda una forma de estado,  no democrática y se caracteriza al igual que el autoritarismo en la falta de reconocimiento de la libertad y de los derechos del hombre. Sin embargo, se diferencia del autoritarismo en que en el totalitarismo existe una negación de la libertad y los derechos individuales, desconociendo además la dignidad de la persona humana, convirtiendo las clases sociales en masas.

El totalitarismo considera el Estado como un fin en sí mismo, y por tanto lo maximiza, y dado que el poder existe para el fin de las cosas, si consideramos al Estado un fin, estos dos componentes de la política son correlativos, como consecuencia un Estado más grande nos da un poder más grande. Así el poder del estado totalitario lo puede todo porque el fin lo abarca todo. Mussolini (que usó por primera el termino "totalitarismo") graficó esto en el eslogan "todo en el estado, todo para el estado, nada fuera del estado, nada contra el estado". No es ya el estado para el hombre, sino el hombre para el estado.

Aspecto sociológico : El totalitarismo es un monismo sociológico porque su ideología supone la inexistencia y consecuente negación de la persona como un elemento individual que posee dignidad propia, y sólo considera al hombre en función de la sociedad, el hombre vale en cuanto a que es parte o miembro de una sociedad, no en cuanto a que es una persona en sí misma.

Aspecto político : El totalitarismo es un monismo político porque erige toda la estructura de poder en torno al poder político, generalmente de un solo líder, absorbiendo los poderes que se afinan a éste y negando los que son independientes o contrarios. De esta forma, al contrario de las formas de estado democráticas, en donde el poder político es una forma más de poder, que se encuentra en una jerarquía, sobre el poder social, en el totalitarismo no existe esa jerarquía de poderes, debido a que sólo existe uno, el poder político total.

A diferencia del liberalismo y del marxismo que cuentan con una coherente exposición de principios ideológicos, las doctrinas totalitarias se configuran a la par que estos movimientos surgen con el propósito de alcanzar el poder y establecer su sistema de dominación. No hay doctrina. Una primera característica es su exaltación del Estado, de un Estado omnipotente o totalitario y llevar el respeto a los líderes de éstos a un nivel de "culto a la personalidad".

A ello, el nacionalsocialismo agrega la configuración de un Estado sustentado en supuestos étnicos y racistas. Por ello, el fin supremo del Estado nazi es la preservación de la pureza racial, la que justifica la política racista y antisemita del Tercer Reich. Antiparlamentarismo bajo la dirección de un jefe o caudillo -Duce (Mussolini), Führer (Hitler)- dotado de un poder “carismático” y capaz de crear por sí sólo la voluntad nacional y de dirigirla en beneficio de la colectividad insustituible. Su odio febril a la democracia y a sus manifestaciones más comunes, la libertad y la igualdad políticas. Así frente a la “falacia” de la igualdad democrática, exhiben como ideal la dicotomía superiores-inferiores. En el “código” social fascista el hombre es superior a la mujer, el militar al civil, el miembro del partido al que no lo es...  Sus principales características: imperialismo militarista, dogmatismo de las ideas y la intolerancia fundamentan la fe ciega en el caudillo, uso de símbolos, nuevos medios y control de la propaganda de masas y existencia de un partido único.

Aspecto jurídico : Maneja su propia concepción del derecho afirmando que sólo existe un derecho positivo que el Estado otorga a las personas. Es decir, que no existen derechos naturales en las personas, por el sólo hechos de ser personas, además niega la existencia de dignidad en la persona humana de manera natural. Los derechos naturales que pudiesen existir, el totalitarismo considera que son otorgados por el estado, por lo tanto pasan a ser derechos positivos.

Características generales del totalitarismo:

  • Un único partido posee el monopolio de la actividad política.
  • Dicho partido monopolista está armado de una ideología que le confiere una autoridad absoluta y que se convierte en la verdad oficial del estado.
  • Para asegurar dicha verdad oficial, el estado se reserva el monopolio de los medios de persuasión y coacción, los medios de comunicación son dirigidos por el estado.
  • La economía, al menos en gran parte esta sometida al estado.
  • Las faltas cometidas por los individuos en el marco de una actividad económica o profesional son simultáneamente faltas ideológicas. Esto entraña una politización, una conversión ideológica de todas las faltas o delitos cometidos por los individuos que lleva a un terror ideológico y policial.

En el totalitarismo, el estado obedece a una ley u objetivo concreto; en el caso de la Rusia de Stalin "la ley de la historia", en el caso de la Alemania hitleriana "la ley de la naturaleza", estos objetivos últimos son los que se establecen como ley suprema, ley que legitima las acciones del estado. Sin embargo, en una tiranía o régimen autoritario no existe un fin último que guie las  acciones del estado, el derecho no está al servicio de la ideología. Se diferencia de los regímenes autoritarios de gobierno porque los totalitarios se caracterizan por : []

  • Tener una ideología elaborada destacando el ensalzamiento del líder.
  • Buscar el apoyo de las masas, no sólo someterlas.
  • Su meta última es realizar grandes cambios en la sociedad y no sólo imponer su poder sobre la misma.

El totalitarismo también se diferencia del autoritarismo en el grado de intensidad en que se manifiestan algunos de sus elementos comunes:

  • Concentración de poder en una sola persona o grupo muy reducido, usualmente un partido político o movimiento, que puede incluso conducir al culto a la personalidad del líder.
  • Justificación de la actuación política mediante una doctrina global que se manifiesta en todas las esferas de la actuación humana: economía, cultura, familia, religión.
  • Empleo sistemático del terror, por medio de una policía secreta para eliminar a la disidencia u oposición.
  • Uso de los campos de concentración para aislar a la oposición y enemigos del régimen.
  • Mientras el autoritarismo busca acallar a los disidentes y evitar sus expresiones en público, el totalitarismo en cambio busca no solo acallar sino también extirpar las formas de pensamiento opuestas, mediante el adoctrinamiento y la remodelación de las mentalidades culturales.

El elemento esencial que comparten los regímenes totalitarios es la voluntad de convertir la política estatal en un mecanismo para controlar todas las esferas de la actividad humana y ocupar todo el espacio social.

Totalitarismo fascista

El concepto de régimen fascista puede aplicarse a algunos regímenes políticos dictatoriales, ya fueran totalitarios o autoritarios[ ]de la Europa de entreguerras y a prácticamente todos los que se impusieron por las potencias del Eje durante su ocupación del continente durante la Segunda Guerra Mundial. De un modo destacado y en primer lugar la Italia de Benito Mussolini (1922) inaugura el modelo y acuña el término, seguida por la Alemania de Adolf Hitler (1933) que lo lleva a sus últimas consecuencias y, cerrando el ciclo, la España de Francisco Franco que se prolonga mucho más tiempo y evoluciona fuera del periodo (desde 1936 hasta 1975). Las diferencias de planteamientos ideológicos y trayectorias históricas entre cada uno de estos regímenes son notables.

 

avís 1A batxillerat "el país de los estudiantes"

Ja m'he donat d'alta com a profe a la web de "el país de los estudiantes" però no puc donar-vos d'alta a vosaltres perquè em falten dades personals. Heu de fer-ho personalment durant aquest cap de setmana. No espereu a dilluns pequè serà massa tard. Només heu d'entrar a www.estudiantes.elpais.es i veureu (a dalt a la dreta) un apartat que diu "regístrate". Vinga! De passada empapeu-vos de com funciona aquest "divertimento" i penseu en  quines seccions us agradaria participar (n'hi ha 5) i quins serien els vostres "càrrecs". Espero que dilluns em doneu tots el vostre núm. de carnet. Bon week end!

2E : monjos-guerrers

Si us interessa aquest tema podeu trobar molta informació a wikipedia (castellano : Caballeros Templarios, català : Orde de Sant Joan de Jerusalem o de Malta, Orde del Temple) i en els seus enllaços. Aquí us penjo també la Regla del Temple...

Acta del concilio en el cual, tal como dejo constancia Juan Michaelensis,

nombrado escribano para dicho concilio, San Bernardo de Claravalentrega a Hugo de Payns y a los demás Caballeros Templarios, la Regla

que en adelante deberían seguir, como Orden plena de Caballería.

Francia, en el año del Señor de 1127.

A todos se dirige especialmente nuestra platica, á aquellos que

desprecian seguir sus propias voluntades, y desean con pureza de animo

militar al Supremo, y Verdadero Rey, para que deseen tomar las

excelentes armas de la obediencia, cumpliendo con exactisima atencion,

y perseverancia: por esto, aconsejamos á vosotros que haveis abrazado

hasta aora la milicia secular, en que Christo no fué la unica causa, sino el favor de los hombres, que

perpetuamente os acelereis á associaros á la unidad de aquellos, que el

Señor eligió del monton de la perdicion, y dispuso con su piadosa gracia,

para defensa de la Santa Iglesia: para esto, o Soldado de Christo! seas

quien fueres, que eliges tan Santa conversacion, conviene que tú, acerca

de tu profesion, lleves una pura diligencia, y firme perseverancia, que se

conoce ser tan digna, santa, y sublime para con Dios, que si pura, y

perseverantemente se observa por los Militantes, que dieren sus almas

por Christo, mereceran obtener la suerte; porque en ella floreció, y

apareció una Orden Militar, que dexado el zelo de la Justicia, intentaba,

no el defender á los Pobres, ó Iglesias, como era de su instituto, sino

robarlos, despojarlos, y aun matarlos; bien, pues, os sucede á vosotros,

á quienes nuestro Señor, y Salvador Jesu-Christo, como amigos suyos os

dirigio desde la Santa Ciudad á habitar en Francia, y Borgoña, que no

cessais, por nuestra salud, y propagacion de la verdadera Fé, de ofrecer

al Señor vuestras almas en victima agradable á Dios. Finalmente,

nosotros, con toda afeccion, y piedad fraternal, y a ruegos del Maestre

Hugo, en quien la sobredicha Milicia tuvo principio, estando juntos, con

ayuda de Dios, e influyendo el Espiritu Santo de diversas mansiones de la

Provincia ultramontana, en la fiesta de San Hilario, año de la encarnacion

del Señor 1128. y del principio de la dicha Milicia el nono, merecimos oír

de boca del mismo Maestre Hugo, el modo, y observancia de esta Orden

Militar, capitulo por capitulo; y segun la noticia de la pequeñez de

nuestro saber, todo lo que en el presente Concilio no se nos pudo contar,

y referir de memoria, lo pusimos, de conformidad, y con dictamen de

todo el Capitulo, á la providencia, y discrecion de nuestro Venerable

Padre Honorio II. y del inclito Patriarca de Jerusalén Esteban, esperto en

la fertilidad, y necesidad de la Religion Oriental, y de los pobres

Conmilitones de Christo; á la verdad, aunque un gran numero de

Religiosos Padres, que en aquel Concilio se juntaron por Divina

inspiracion, apoya la autoridad de nuestro dictamen, no debemos pasar

en silencio aquellos que vieron, y profirieron estas verdaderas

sentencias, de que yo Juan Michaelensis, por mandado del Concilio, y del

Venerable Abad de Clareval, a quien estaba encargado, y aún le era

debido este assunto, merecí, por la Gracia Divina, ser escritor de la

presente pagina.

Assistieron á la celebracion de esfte Concilio Matheo, Obispo Alvanense

Cardenal y Legado Apostolico, Raynaldo, Arzobispo Remense, Henrique,

Arzobispo Senofense, y sus Sufraganéos, Rankedo, Obispo Carnotense,

Gosleno de Soisons, el de Paris, Trecense, Orleans, el de Augerre,

Meldense, Cathalaunense, Laudunense, Belvacense, y el Abad

Beceliacense, que despues fué Legado Apostolico, y Arzobispo de Leon, el

Abad Cisterciense, Pontiniacense, el de Tres Fuentes, el de San Dionisio

de Rhems, el Abad de San Esteban de Dijón, el Abad de Molismense,

Alberico Remense, y Fulgerio Maestro, y otros muchos. De seglares, el

Conde Theobaldo, el Conde Nivernense, y Andres de Bandinento.

Asistieron tambien el Maestro Hugo, con Fray Godofrido, Fray Rotallo,

Fray Gaufrido Bisól, Fray Pagano de Monte-Desiderio, y Archembando de

Santo Amando, Cavalleros Templarios.

I Como se ha de oir el oficio Divino

II Que digan las Oraciones Dominicales, sino pudieren assistir a oir el

Oficio Divino

III Que se haya de hacer por los Hermanos difuntos

IV Los capellanes solamente tengan comida, y vestido

V De los Soldados difuntos que assisten con ellos

VI Que ningun Hermano que queda, haga oblación

VII De lo inmoderado de estar en pié

VIII De la comida en Refrectorio

IX De la lectura, o lección, quando se come

X Del comer carne en la semana

XI Como deban comer los Cavalleros

XII Que en los demas dias basta dar dos o tres platos de legumbres

XIII Qué conviene comer los Viernes?

XIV Despues de comer que den gracias a Dios

XV Que el decimo pan se le de al limosnero

XVI Que la colacion esté en arbitrio del maestro

XVII Que concluidas las completas se guarde silencio

XVIII Que los que estuvieren cansados no se levanten a Maytines

XIX Que la comunidad de la comida se guarde entre los Hermanos

XX De la calidad del vestido, y de su modo

XXI Que los Famulos no traigan vestimenta blanca, esto es, capa

XXII Que los Cavalleros que huviere, tansolamente traygan vestidos blancos

XXIII Que usen de pieles de Carneros, o Borregos

XXIV Que las vestiduras viejas se dividan, y repartan entre los armigeros, y sirvientes

XXV Que el que desea el mejor vestido se le dé el peor

XXVI Que se guarde la quantidad y calidad de los vestidos

XXVII Que el Procurador de los paños, o vestidos observe igualdad

XXVIII De la superfluidad del pelo, o cabellos

XXIX De los rostrillos, y lazos

XXX Del numero de Cavallos, y Armigeros

XXXI Que ningun Cavallero castigue a su Armigero, que le sirve de valde

XXXII Como se han de recibir los Cavalleros

XXXIII Que ninguno ande segun su propia voluntad

XXXIV Si sea licito andar por el Lugar, o Villa sin licencia del Maestre

XXXV Si les sea licito andar solos

XXXVI Que ninguno por su nombre pida lo que necesita

XXXVII De los frenos y espuelas

XXXVIII No traygan cubierto en las hastas, o lanzas, o escudos

XXXIX De la licencia del Maestre

XL De saco, y de maleta

XLI De las cartas misivas

XLII De la confabulacion de las propias culpas

XLIII Del logro, o questo, o accepción

XLIV De las cebaderas, o talegas para comer los cavallos

XLV Que ninguno se atreva a cambiar, y buscar otra cosa

XLVI Que ninguno caze con ave

XLVII Que ninguno hiera a fiera con arco, o ballesta

XLVIII Que al León siempre se hiera

XLIX Que de toda cosa, que acerca de vosotros se os demanda, se oyga en juicio

L Que esta regla se tenga e todas las cosas

LI Que sea licito a todos los Cavalleros professos tener tierras, y Hombres

LII Que tengan gran cuidado con los que estuviesen enfermos

LIII Que a los enfermos se les de todo lo necesario

LIV Que unos a otros no se provoquen a ira

LV De que modo se tengan, o reciban los Hermanos casados

LVI Que no tengan Hermanas en su compañia

LVII Que los Hermanos del Templo no participen con excomulgados

LVIII Por qué se reciban Cavalleros seglares?

LIX Que a los consejos secretos no se llamen a todos los Hermanos

LX Con que silencio deben orar

LXI Que crean a los sirvientes

LXII Que no se reciban muchachos mientras son pequeños entre los Hermanos del Templo

LXIII Que siempre se veneren los Ancianos

LXIV De los Hermanos que estan repartidos por todas las provincias

LXV Que el sustento se dé a todos igualmente

LXVI Que los Cavalleros del Templo tengan diezmos

LXVII De las leves, y graves culpas

LXVIII Por qué culpa no se reciba mas al Hermano

LXIX Que desde la solemnidad de la Pascua, hasta Todos los Santos, se ha de poner una sola camisa de lienzo

LXX Que ropa sea necesaria para la cama

LXXI Que se evite la murmuración

LXXII Que se eviten los osculos de las mugeres

I.- Como se ha de oir el Oficio Divino.

Vosotros que en cierta manera renunciasteis a vuestras propias

voluntades, y otros, que por la salvación de vuestras almas militais

sirviendo al Rey Supremo con Cavallos, y Armas, procureis

universalmente, con piadoso, y puro afecto, oir los Maytines, y todo el

oficio entero, segun la Canonica institucion, y constumbre de los Doctos

regulares de la Santa Iglesia de Jerusalen; y por esso, ó Venerables

Hermanos! a vosotros muy en particular os toca, porque haviendo

despreciado al mundo, y los tormentos de vuestros cuerpos, prometisteis

tener en poco al mundo por el amor de Dios; y assi, reflexionados, y

faciados con el Divino manjar, instruidos, y firmes en los preceptos del

Señor, despues de haver consumado, y concluido el Mysterio Divino,

ninguno tema la pelea, sino esté apercibido para la corona.

II.- Que digan las Oraciones Dominicales, sino pudieren assistir a oir el

Oficio Divino

Demas de esto, si algun Hermano estuviese distante, o remoto en

negocio de la Christiandad Oriental, (que sucederá muchas veces) y por

ausencia no oyere el Oficio Divino: por los Maytines dirá trece Padres

nuestros, o Oraciones Dominicales; y por cada una de las Horas menores

siete; y por las Visperas nueve, respecto que estos, ocupados en tan

saludable trabajo, no pueden acudir a hora competenre al Oficio Divino;

pero si pudiesen, que lo hagan a las horas señalas.

III.- Que se haya de hacer por los Hermanos difuntos

Quando alguno de los hermanos muriere, que la muerte a nadie perdona,

ni se escapa de ella; mandamos, que con los Clerigos, y Cape llanes, que

sirven a Dios sumo Sacerdote caritativamente, con ellos ofrezcais con

pureza de animo el Oficio y Missa solemne a JesuChristo, por su alma; y

los Hermanos que alli estuviesed es pernoctando en oración por el alma

de dicho difunto, rezareis cien Padres Nuestros hasta el día septimo, los

quales se han de contar desde el día de la muerte, o que lo supiere, con

fraternal observancia, porque el número de siete es número de

perfección. Y todavia os suplicamos con Divina caridad, y os manda mos

con pastoral authoridad, que asi como cada dia se le daba a nuestro

hermano lo necesario para comer y sustentar la vida, que esto mismo se

le de en comida, y bebida a un pobre, hasta los quarenta dias; y todas

las demas poblaciones, que se acostumbran hacer por dichos Hermanos,

assi en la muerte de alguno de ellos, como en las solemnidades de

Pascuas, indiscretamente del todo las prohibimos.

IV.- Los Capellanes solamente tengan comida, y vestido

Mandamos dar las demas oblaciones, y limosnas, de cualquiera forma

que se hagan, a los Capellanes, o a otros que estan por tiempo a la

unidad del comun Cabildo, por su vigilancia, y cuidado; y assi, que los

servidores de la Iglesia tan solamente tengan, segun la autoridad

comida, y vestido, y nada mas, sino lo que christianamente les diere de

su voluntad el maestre.

V.- De los Soldados difuntos que assisten con ellos

Hay tambien Soldados en la Casa de Dios, y Templo de Salomón viviendo

con nosotros, por lo qual os suplicamos, y con confianza os mandamos

con inefable conmiseración, que si alguno de estos muriere, se le de a un

pobre por siete dias de comer, por su alma, con Divino amor y fraternal

piedad.

VI.- Que ningun Hermano que queda, haga oblacion

Determinamos, como se dixo arriba, que ninguno de los Hermanos que

quedan, presuma hacer otra oblacion, sino permanezca de dia, y noche

en su Profesion con limpio corazón, para que en esto pueda igualarse con

el mas sabio de los Profetas, que en el Psalmo 115 decia: recibiré el Caliz

del Señor, y imitaré en mi muerte la muerte del Señor; porque assi como

Christo puso su Alma, assi yo estoy pronto a ponerla por mis Hermanos:

veis aqui una competente oblacion, y hostia viva, que place a Dios.

VII.- De lo inmoderado de estar en pié

Haviendonos dicho un verdadero Testigo, que ois el Oficio Divino en pié

inmoderadamente; mandamos no lo hagais, antes lo vituperamos, sino

que concluido el Psalmo Venite exultemus Domino, con el Invitatorio, y

Hymno, todos os senteis, assi los débiles, como los fuertes, y os lo

mandamos, por evitar el escándalo; y estando sentados, solo os

levantareis al decir Gloria Patri, concluido el Psalmo, suplicando, bueltos

a el Altar baxando la cabeza por reverencia a la Santísima Trinidad

nombrada, y a los débiles basta que hagan la inclinacion sin levantarse:

al Evangelio, al Te Deum laudamos, y a todas las Laudes, hasta el

Benedicamus Domino, estareis en pie, y a los maytines de Nuestra

Señora.

VIII.- De la comida en Refectorio

Creemos que comereis en Refectorio: quando alguna cosa os faltare, y

tuvieredes necesidad de ella, si no pudiereis pedirla por señas, la pidais

silenciosamente; y assi, siempre se pida algo estando en la mesa, ha de

ser con humildad, obediencia, y silencio, como dice el Apostol: Come tu

pan con silencio; y el Psalmista os debe de animar, diciendo: Puse a mi

boca custodia, o silencio, que quiere decir: deliberé el no hablar, y

guardé mi boca por no hablar mal.

IX.- De la lectura, o lección, quando se come

Siempre que se coma, y cene se lea la santa Lección.: Si amamos a Dios,

debemos desear oir sus santos preceptos, y palabras; y assi el Lector

está indicando silencio.

X.- Del comer carne en la semana

En la semana, sino es en el dia de Pascua de Natividad, o Resurrección, o

festividad de nuestra Señora, o de Todos los Santos, que caygan, basta

comerla en tres veces, o dias, porque la costumbre de comerla, se

entiende es corrupción de los cuerpos. Si el Martes fuere de ayuno, el

Miercoles se os de con abundancia. En el Domingo, assi a los Cavalleros,

como a los Capellanes, se les de sin duda dos manjares, en honra de la

santa Resurrección; los demás sirvientes se contenten con uno, y den

gracias a Dios.

XI.- Como deban comer los Cavalleros

Conviene generalmente coman de dos en dos, para que con cuidado se

provean unos de otros, se provea, para que la aspereza de vida, y

abstinencia, en todo se mezcle; y juzgamos justo, que a cada uno de

dichos Cavalleros se les den iguales porciones de vino separadamente.

XII.- Que en los demas dias basta dar dos o tres platos de legumbres

En los demas dias, como son Lunes, Miercoles, y Sabado, basta dar dos,

o tres manjares de legumbres, o otra cosa cocida, para que el que no

come de uno coma de otro.

XIII.- Que conviene comer los Viernes?

El Viernes basta comer de comida de Quaresma a toda la Congregación,

por la reverencia debida a la Passion, excepto los enfermos, y flacos, y

desde Todos los Santos, hasta Pascua, sino es en el dia del Nacimiento

del Señor, o viniendo la festividad de nuestra Señora, o Apostoles:

alabamos al que no la comiere en el demas tiempo; si no viniere dia de

ayuno, la coman dos veces.

XIV.- Despues de comer que den gracias a Dios

Despues de comer, y cenar, si la Iglesia está cerca, y sino en el mismo

lugar, den gracias a Dios, que es nuestro Procurador, con humilde

corazón; assi lo mandamos y a los pobres se les den los fragmentos, y

que se guarden los panes enteros.

XV.- Que el decimo pan se de al limosnero

Aunque el premio de la pobreza es el Reyno de los Cielos, y sin duda se

le deba a los pobres, mandamos a vosotros dar cada dia al limosnero el

decimo de todo el pan.

XVI.- Que la colacion esté en arbitrio del maestro

Haviendose puesto el sol, vído la señal, o campana, segun la

constumbre, conviene, que todos vayan a Completas, haviendo hecho

antes colacion, la cual ponemos en arbitrio del maestro; quando quisiere

se les de agua, y cuando use de misericordia vino templado, o aguado, y

esto no para hartarse, sino con parsimonia, pues muchas veces vemos

hasta los Sabios faltar en esto.

XVII.- Que concluidas las Completas se guarde silencio

Concluidas las Completas conviene ir cada uno a su quarto, y a dichos

Hermanos no se les de licencia de hablar en publico. sino es en urgente

necessidad, y lo que se hubiere de decir digase en voz baja, y secreta.

Puede suceder, haviendo salido de Completas, instando la necesidad, que

convenga hablar de algún negocio Militar, o acerca del estado de la casa,

al mismo maestro, o otro que haga sus veces con cierta parte de los

Hermanos, entonces se haga, fuera de esto no; pues segun consta del

diez de los Proverbios: el hablar mucho no huye del pecado, y en el doce

dice, que la muerte, y la vida están en la lengua; y en lo que se hablare,

del todo prohibimos palabras ociosas, y chanceras, que mueven a risa; y

yendoos a costar, mandamos decir la Oración Dominical, o Paternoster; y

si alguna cosa se hablo neciamente, se diga con humildad, y devocion

pura.

XVIII.- Que los que estuvieren cansados no se levanten a Maytines

Alabamos, que los Cavalleros cansados, y fatigados, que constase

estarlo, no se levanten a Maytines, sino que con licencia del Maestro, o

del que estubiere en su lugar, descansen, y digan, y canten las trece

Oraciones Dominicales, o Paternoster, (como esta dicho) de forma, que

el pensamiento acompañe a la voz, segun aquello del Profeta: Cantad al

Señor sabiamente; y de aquello: Te cantaré en presencia de los Angeles:

esto siempre se debe dexar al arbitrio del Maestro.

XIX.- Que la comunidad de la comida se guarde entre los Hermanos

Se lee en las Divinas Letras: que se dividia a cada uno como havia

necesidad; y por tamo no decimos haya excepcion de personas, pero

debe de haver consideracion de enfermos; y assi, el que menos

necesidad tiene dé a Dios las gracias, y no se entristezca, y el que tiene

necesidad humillese, y no clame por la misericordia, y assi todos estarán

en paz, y esto prohibimos, porque ninguno le sea licito abrazar

inmoderada abstinencia, sino tengan con firmeza la vida comun.

XX.- De la calidad del vestido, y de su modo

Mandamos, que el vestido siempre sea de un mismo color, blanco, o

negro; y concedemos a los Cavalleros en invierno, o Estio vestimenta

blanca, (si pudiere ser) pues ya que llevan vida negra, y tenebrosa, se

reconcilien a su Creador por la blanca. Qué es la blancura? sino una

entera castidad: la castidad es seguridad del pensamiento, y sanidad del

cuerpo; y si un soldado no perseverare casto, no puede ver a Dios, ni

gozar de su descanso, afirmandolo San Pablo: seguid la paz con todos, y

la Castidad, sin la qual no se verá a Dios. Y este vestido de superfluidad

y arrogancia, debe carecer en vuestra estimacion, y assi lo mandamos a

todos tener, para que solo con suavidad pueda vestirse, y desnudarse,

calarse y descalzarse. El Procurador de este ministerio, con vigilante

cuidado procure que dichos vestidos no esten, ni cortos, ni largos, si no

es en mesura a los que los visten, y usan, y assi lo de a dichos

Hermanos, segun su quantidad; y en recibiendo los nuevos, entregue

puntualmente los viejos para ponerlo en el quarto, que el Hermano a

quien toca ese ministerio determinare, para los novicios, y pobres.

XXI.- Que los Famulos no traigan vestimenta blanca, esto es, capa

Contradecimos firmemente esto que sucedia en la casa del Señor, y de

sus Soldados del Templo, sin discreccion, ni consentimiento del comun

Cabildo; y lo mandamos quitar del todo, como si fuera un particular vicio.

Tenian en otro tiempo los Famulos, y sirvientes arnigeros, vestidos

blancos, de donde venian insoportables daños, porque de las partes

ultramarinas se levantaron ciertos fingidos Hermanos, casados, y otros,

diciendo eran del Templo, siendo del mundo, de donde resultaron tantos

daños, tantas contumelias a Orden Militar, , y los dichos causaron

muchos escándalos; y asi traygan los dichos Famulos del Templo

vestidos negros, y sino se pudieren hallar, traygan los que se pudieren

tener en la Provincia en donde estuvieren, o de aquel color mas baxo que

se pudiere encontrar, conviene a saber burella.

XXII.- Que los Cavalleros que huviere, tan solamente traygan vestidos

blancos

A ninguno es concedido traer vestidos blancos, o capas candidas, sino es

a los dichos Soldados de Christo nombrados.

XXIII.- Que usen de pieles de Carneros, o Borregos

Determinamos de comun consejo, que ningun Hermano tenga

perpetuamente pieles , o otra cosa tal, que pertenezca al uso de su

cuerpo, aunque sea coopertorio, sino es el Carnero o Borrego.

XXIV.- Que las vestiduras viejas se dividan, y repartan entre los

armigeros, y sirvientes

Que el Procurador de los paños, o vestimentos, repartan igualmente los

viejos entre los armigeros, y sirvientes, y aveces entre los pobres, con

fidelidad.

XXV.- Que el que desea el mejor vestido se le dé el peor

Si algun Hermano quisiere, o ya por merito, o por sobervia el mejor

vestido, sin duda merecerá el peor.

XXVI.- Que se guarde la quantidad y calidad de los vestidos

Que lo largo de los vestidos sea segun los cuerpos de cada uno, y lo

ancho tambien, y sea en esto curioso el Procurador.

XXVII.- Que elProcurador de los paños, o vestidos observe igualdad

Que dicho Procurador guarde igualdad en la longitud, y medida porque

ninguno de los criminosos, y mal contentos lo vea, o note; y assi mírelo

todo con fretemal afecto, que de Dios tendrá la retribución.

XXVIII.- De la superfluidad del pelo, o cabellos

Todos los Hermanos conviene tengan cortado el pelo por delante, y por

detrás, con quanta orden se pueda, observandose lo mismo en la barba,

y melenas, porque la superfluidad no denote vicio en el rostro.

XXIX.-De los rostrillos, y lazos

Que los rostrillos, y lazos es cosa de Gentiles, y como sea abominable a

todos, lo prohibimos, y contradecimos, para que ninguno los tenga, antes

carezca de ellos: a los otros sirvientes, que estuvieren por tiempo

tampoco no permitimos tengan ni pelo superfluo, ni inmoderada lar

gueza en el vestido, antes bien lo contradecimos. Los que sirven a Dios,

es necesario sean limpios en lo interior, y exterior, pues assi lo afirma el

Señor: Sed limpios, porque yo lo soy.

XXX.- Del numero de Caballos, y Armigeros

A qualquiera de dichos Soldados le es lícito tener tres Cavallos porque la

exemia pobreza de la Casa de Dios, y del Templo de Salomon no permite

al presente mas, sino es con licencia del Maestro.

XXXI.- Que ningun Cavallero castigue a su Armigero, que le sirve de valde

Solo se concede a cada Soldado un Armigero, y si este sirviere de gracia,

o caridad, no es lícito castigarlo, o por qualquier culpa herirle.

XXXII.- Como se han de recibir los Cavalleros

Mandamos a todos los Cavalleros, que desean servir a Dios con pureza

de ánimo, y en una misma Casa, por tiempo, que compren caballo, y

armas suficientes para el servicio cotidiano, y todo lo que fuere

necesario; y demas de esto, juzgamos por bueno, y util el que se

aprecien dichos cavallos por ambas partes, guardada igualdad, lo que se

tenga por escrito porque no se olvide; y todo lo que nece- ssitare dicho

Cavallero para sí, y el cavallo, o Armigero, se lo dé di- cha Casa, con

fraternal caridad; y si el Cavallero, por algun fragente, se le muriese el

cavallo en este servicio, el Maestre que tiene el mando, y rentas de la

Casa, le dará otro, y en viniendo el tiempo de bolver a su Patria, dará la

mitad del precio de lo que costó el cavallo que se le dió, y la otra mitad la

pondrá el común de los Hermanos, si el Cavallero quisiere.

XXXlII.- Que ninguno ande segun su propia voluntad

Conviene a dichos Cavalleros, as sí por el servicio que profesaron, como

por la gloria de la bienaventuranza, o temor del Infierno, que tengan

obediencia perpetua al Maestre. Se ha de observar lo que fuere mandado

por el Maestre, o por otro que haga sus veces, y se ha de executar sin

tardanza, como si Dios lo mandara, no haviendo dilación en executarlo; y

de estos dice el Psalmo 17: Luego que lo viste, me obedeciste.

XXXIV.- Si sea licito andar por el Lugar, o Villa sin licencia del Maestre

Por lo mismo mandamos, y firmemente encargamos a los Cavalleros

Conventuales, que desean su propia voluntad, ya los demás que sirven

por tiempo, que sin licencia del Maestre, o otro que esté en su lugar, no

presuman salir a la Ciudad, sino es de noche al Santo Sepulcro, y

Estaciones, que están dentro de los muros de la Santa Ciudad.

XXXV.- Si les sea lícito andar solos

Pero estos estando assi, no sin Compañero, o.Cavallero se atre- van a

andar, ni de día, ni de noche; y en el Exercito, despues que fueren

hospedados, ningun Cavallero o Armigero, o otro ande por los patios de

otros Cavalleros, con el motivo de verlo, y de hablarle, sin licencia,

(como arriba se dixo). y aconsejamos, que en tal Casa, como ordenada

por Dios, ninguno milite en ella, ni descanse, sino es segun el mandado

del Maestre, a quien incumbe, para que imite la sentencia de el Señor:

No vine a hacer mi voluntad, sino la de aqueljoan, que me embió.

XXXVI.- Que ninguno por su nombre pida lo que necesita

Mandamos escrivir esta costumbre entre las demás, y con toda con

sideración la mandamos, que obligue por el vicio de pedir, pues ningun

Hermano señaladamente, y por su nombre debe buscar el cavallo, o

armas; pues como? si su enfermedad, o debilidad de sus caballos, o el

peso de sus armas se conoce ser tal, que el andar as sí sea daño comun,

venga al Maestre, o a otro que haga su vez, y demuestre la causa con

verdadera, y pura fe, y que esté en la disposición de el Maestre la cosa, y

determinación.

XXXVII.- De los frenos y espuelas

De ninguna manera queremos sea lícito a ningun Hermano comprar, ni

traer oro, o plata, que son divisas particulares, en los frenos, pectorales,

estrivos, y espuelas, pero si estas cosas les fueren dadas de caridad,

estos instrumentos usados, el tal oro, o plata se le de tal color, que no

parezca, y reluzca tan explendidamente, que parezca arrogancia; si

fueren nuevos los dichos instrumentos, haga el Maestre de ellos lo que

quisiere.

XXXVIII.- No traygan cubierto en las bastas, o lanzas, o escudos

No se tenga cubierto en las hastas, escudos, y en las lanzas, porque

entendemos que no aprovecha, sino daña.

XXXlX.- De la licencia del Maestre

Es lícito al Maestre dar cavallos a qualquiera, o armas, o otra qualquier

cosa.

XL.- De saco, y de maleta

Saco, y maleta con llave no se conceden, y se expongan de tal suerte,

que no se tengan sin licencia del Maestre, o del que está en su lugar, en

este capítulo no se incluyen los Procuradores, ni el Maestre, ni los que

habitan en otras Provincias.

XLI.- De las cartas misivas

De ninguna suerte sea lícito escrivir qualquiera de los Hermanos a los

padres, ni a otro cualquiera, sin licencia del Maestre, o Procurador; y

despues que el Hermano tuviere licencia, en presencia del Maestre, si le

place, se lean: si los padres le dirixieren alguna cosa, no presuma

recibirla, si no fuere mostrandola al Maestre: en este capítulo, no se con

tiene el Procurador y el Maestre.

XLII.- De la confabulación de las propias culpas

Como toda palabra ociosa sea pecado, de los que se jactan de ellas sin

ser ante su juez, ciertamente dice el Profeta, si de las buenas obras, por

la virtud de la taciturnidad, debemos callar, quanto más de las malas

palabras por la pena del pecado, vedamos, y contradecimos, que ningún

Hermano diga las necedades que en el siglo hizo, o en el Militar servicio,

o las delectaciones, que con las miserables mugeres tuvo, se atreva a

contarlas a su Hermano, o a otro alguno; y si las oyere referir a otros,

enmudezca, y quanto antes pueda, con el motivo de obediencia, aparte,

y no muestre buen corazón, o complacencia, o gusto al que las dixere.

XLIII.- Del logro, o questo, o accepción

Si alguna cosa, sin logro, fuere de gracia, dada a algun Hermano, llevela

al Maestre; si al contrario, su amigo, o padre no quisiera darla sino a él,

no la reciba hasta tener licencia del Maestre, y si le fuere dada a otro no

le pese, y tenga por cierto que si le pesa ofende a Dios: en esta Regla no

se contienen los administradores, a los quales es concedido

expecialmente este ministerio de maleta, y saco.

XLIV.-De las cebaderas, o talegas para comer los cavallos

Util es a todos esten obligados a este mandato; ningun Hermano

presuma hacer talegas de lino, o de lana.

XLV.- Que ninguno se atreva a cambiar, y buscar otra cosa

No queda otra cosa sino es que ninguno presuma cambiar sus cosas

Hermano con Hermano sin licencia del Maestre, y buscar cosa alguna, si

no sea Hermano para Hermano, y siendo la cosa parva.

XLVI.- Que ninguno caze ave con ave

Nosotros determinamos generalmente, que ninguno se atreva a coger

ave con ave: no conviene a la Religión llegarse de tal suerte a los

mundamos deleites, sino oir de buena gana los preceptos del Señor, y

frecuentemente orar, y confessar a Dios sus culpas en la oración, con

lágrimas, y gemidos. Ningun Hermano presuma ir por esta causa con

hombre que caza con Gavilán, o otra ave.

XLVII.- Que ninguno hiera afiera con arco, o ballesta

Conviniendo ir, y seguir a toda Religión, sencillamente, y sin risa,

humildemente, y no hablar mucho, sino lo razonable, y no con clamorosa

voz, expecialmente mandamos a todo Hermano professo, no se atreva a

herir con arco, o ballesta en el Bosque, ni que con el que esto hiciere

vaya, sino es por guardarlo, de algún pérfido Gentil; ni con perros sea

ossado a dar voces, ni clamar, ni pique a su cavallo con animo de coger

la fiera.

XLVIII.-Que al León siempre se hiera

Por que es cierto lo que especialmente debeis, y se os tiene encargado el

poner vuestras armas por las de vuestros Hermanos, y extirpar de la

tierra a los incrédulos que siempre amenazan al Hijo de la Virgen. Porque

del León leemos lo siguiente: Por que él anda circulando buscando a

quien deborar, y en otra parte: Sus manos contra todos, y las de todos

contra él.

XLIX.- Que de toda cosa, que acerca de vosotros se os demanda, se oyga

en juicio

Sabemos, que los perseguidores de la Santa Iglesia son innume- rables,

y no cessan de inquietar aun aquellos que no quieren contiendas con

ellos; y assi, si algunos de estos en las Regiones Orientales, o en otra

parte, os preguntare alguna cosa acerca de vosotros, os mandamos

oirlos en juicio por fieles Jueces; y lo que fuere justo os mandamos

executeis, sin falta.

L.- Que esta regla se tenga en todas las cosas

Esta misma regla mandamos se tenga en todas las cosas que

injustamente se os hayan quitado.

LI. -Que sea lícito a todos los Cavalleros professos tener tierras, y Hombres

Creemos, por Divina providencia, que este nuevo género de Religión tuvo

principio en estos Santos Lugares, para que se mixturara la Religión con

la Milicia, y assi la Religión proceda armada con la Milicia, y hiera al

Enemigo sin culpa; juzgamos, segun Derecho, que como os llamais

Cavalleros del Templo, podais tener por este insigne merito, y bondad,

tierras, casa, hombres, y Labradores, y justamente gobernarlos,

pagandoles lo que ganaren.

LII.- Que se tenga gran cuidado con los que estuviesen enfermos

Estando enfermos los Hermanos se ha de tener sumo cuidado, y servirlos

como a Christo, segun el Evangelio: Estuvo enfermo y me visitaste: estos

se han de llevar con paciencia, porque de estos se nos dará celestial

retribución.

LIII.- Que a los enfermos se les de todo lo necesario

Mandamos a los Procuradores de los enfermos, que a estos se les de

todo lo necesario para la sustentación de las enfermedades, segun las

facultades de la Casa; v. g. , carnes, aves, etc. , hasta que esten buenos.

LlV.- Que unos a otros no se provoquen a ira

Conviene huir no poco no se provoquen unos a otros a ira, porque en la

propinquidad,. y de la Divina hermandad, tanto a los pobres, como ricos,

con suma clemencia nos ligo Dios.

LV.- De qué modo se tengan, o reciban los Hermanos casados

Os permitimos tener Hermanos casados, de este modo: que si piden el

beneficio, y participación de vuestra Hermandad, la porción de su

hacienda, que tuvieren ambos, y la demas que , adquirieren, la concedan

a la unidad comun del Capitulo despues de la muerte, y entre tanto hagan

honesta vida, y procuren hacer bien a los Hermanos, pero no traygan

vestidura blanca: si el marido muriere antes, dexe a los Hermanos su

parte, y la otra queda para la sustentación de la muger, esto considera

mos injusto, que habiendo prometido los Hermanos castidad a Dios, que

semejantes , Hermanos permanezcan en una misma Casa.

LVI.- Que no tengan Hermanas en su compañia

Es cosa peligrosa tener las Hermanas consigo, porque el antiguo Enemigo

a muchos a echado del recto camino del Parayso por junta con mugeres;

y assi, Hermanos carissimos, para que siempre la flor de la castidad

permanezca entre vosotros, no es lícito usar de esta costumbre.

LVII. -Que los Hermanos del Templo no participen con excomulgados

Hermanos, en gran manera se ha de temer, y huir, que ninguno de los

Cavalleros de Christo presuma juntarse con excomulgado nominatin y

publico, o recibir sus haciendas, porque no sea desco- mulgado, si solo

fuere entredicho, seta lícito, no sin razon, participar con él, y recibir

caritativamente su hacienda.

LVlII.- Por qué se reciban Cavalleros seglares?

Si algun Cavallero, o otro secular, queriendo huir, y renunciar del mundo,

quiera elegir vuestra compañía, no se reciba luego al punto, sino segun

aquello de San Pablo: Probad el espiritu si es de Dios, y assi probados se

les conceda, y se lea en su presencia la Regla: entonces, si el Maestre, y

Hermanos tuvieren a bien el recibirlo, llamados los Hermanos, haga

presente su deseo, y petición; y demas de esto, el termino de sus

pruebas este en la consideración, y providencia del Maestre, segun la

honestidad de su vida.

LIX.- Que a los Consejos secretos no se llamen a todos los Hermanos

No siempre mandamos llamar a todos los Hermanos a Consejo sino

aquellos que se conocieren próvidos, y idoneos, quando se tratare de

cosas mayores, como es el de dar tierras, o de conferenciar del Orden, o

de recibir alguno, entonces es competente llamarlos a todos, si al

Maestre pareciere; y oidos los votos del comun Cabildo, se haga por el

Maestre lo que mas convenga.

LX.-Con que silencio deben orar

Hermanos, conviene orar con el afecto del alma, y cuerpo pidiere, o

sentado, o en pie, pero con suma reverencia, y no con clamores, porque

unos no turben a otros: assi lo mandamos de comun consejo.

LXl.- Que crean a los sirvientes

Hemos conocido, que muchos de muchas Provincias, assi sirvientes,

como Armigeros, deseando por la salud de las almas manciparse en

nuestra Casa, es util que los creais, porque el antiguo Enemigo les intime

indecentemente alguna cosa en el servicio de Dios, para que de repente

los aparten, y desarraygen del buen proposito.

LXII.- Que no se reciban muchachos mientras son pequeños entre los

Hermanos del Templo

Aunque la Regla de los Santos Padres permite tener muchachos en

Congregación, nosotros no lo alabamos, y assi de los tales no os

cargueis: el que quisiere perpetuamente dar a su hijo, o pariente en la

Militar Religión, crielo hasta los años en que puedan varonilmente echar

los enemigos de Christo de la Tierra Santa; y despues, segun la Regla, el

padre, o padres lo traygan, y pongan en medio de los Hermanos, y

hagan patente a todos su petición: mejor es no ofrecer en la puericia,

que despues de hecho hombre enormemente huir.

LXIII.- Que siempre se veneren los Ancianos

Conviene honrar con todo cuidado a los Ancianos con piadosa

consideración, sobrellevandolos segun su flaqueza, y de ninguna manera

esten obligados en estas cosas, que son necesarias para el cuerpo con

rigor, salvo la autoridad de la Regla.

LXIV- De los Hermanos que estan repartidos por todas las provincias

Los Hermanos que estan repartidos por diversas provincias, procuren

guardar la Regla, en quanto sus fuerzas alcancen, en la comida, y

bebida, y demas cosas, y vivan sin que tengan que corregirles, para que

a todos los que por defuera los vieren les den buen testimonio de su vida

y no manchen el proposito de la Religión, ni con hecho, ni palabra, sino

que a todos aquellos con quien se juntasen, sirvan de exemplo, de

sabiduria, y de buenas obras, y de buen conocimiento de todo, y adonde

quiera que se hospedaren sean decorosos con buena fama; y si puede

hacerse que en la casa del huesped no falte por la noche luz, por que el

tenebloso Enemigo motive pecado, lo que Dios no permita; y donde

dichos Cavalleros oyeren se juntan, no excomulgados, alli vayan. No

considerando tanto la temporal utilidad, como la salud de las almas,

alabamos se reciban a Hermanos en las partes ultramarinas dirigidos con

la esperanza de subvención, que quisieren perpetuamente juntarse a

dicho Militar Orden; y assi, uno, o otro parezca ante el Obispo de aquella

Provincia, y el Prelado oyga la voluntad del que pide; y assi oida la

petición, el Hermano lo embie al Maestre, ya los Hermanos que asisten

en el Templo que esta en Jerusalen, y si su vida fuere honesta y digna de

tal compañia, misteriosamente se reciba, si al Maestre, o Hermanos

parezca bueno: si entre tanto muriere, por el trabajo, y fatiga como a

uno de los Hermanos, se le aplique todo el beneficio, y fraterni dad de los

pobres, y Conmilitones de Christo.

LXV.- Que el sustento se dé a todos igualmente

Juzgamos que se ha de observar esto con guia, y racionalmente, para

que a todos los Hermanos se les dé igualmente el sustento segun la

qualidad del Lugar: no es util la acepcion de personas, pero es necessaria

la consideracion de las enfermedades.

LXVI.- Que los Cavalleros del Templo tengan diezmos

Y porque creemos, que deseando las abundantes nquezas os sujetais a la

voluntaria pobreza, por esto permitimos solo juntamen- te a vosotros

tener diezmos, pues vivis en la vida comun, de esta manera: si el Obispo

de la Iglesia, a quien justamente se le deben las décimas, os las quiera

dar caritativamente, se os deben dar con consentimiento del Cabildo, de

aquellas décimas, o diezmos, que entonces possee dicha Iglesia. Si

qualquiera Seglar las retiene culpablemente en su patrimonio, y

arguyendole su conciencia os la desarse a la voluntad de aquel que

gobierna tan solamente, puede executar, y hacer esto sin consentimiento

del Cabildo.

LXVII.- De las leves, y graves culpas

Si algun Hermano hablando, o militando u de otra forma dilin- quiere en

alguna cosa leve, él mesmo a su voluntad muestre su delito satisfaciendo

al Maestre de las leves, si no sean de costumbre, se les ponga penitencia

leve, pero si él la callare, y por otro fuere conocida, se sujete a mayor

corrección, y castigo: si el delito fuere grave, sea apartado de la

familiaridad de los Hermanos: no coma con ellos a la mesa, sino solo:

esté en la dispensación, o juicio del Maestre todo, para que permanezca

salvo en el día del Juycio.

LXVIII.- Por qué culpa no se reciba mas al Hermano

Ante todas cosas se ha de mirar, que ningun Hermano rico, y pobre,

fuerte, o debil, queriendose exaltar y poco a poco ensober- vecerse, y

defender su culpa, no quede sin castigo; y si no quisiera enmen darse, se

le de mas grave corrección, y si con las piadosas admoniciones, y hechos

Oraciones por él no se corrige todavia sino es siempre mas, y mas se

ensoberveciese, entonces sea hechado del piadoso Congreso, como dice

el Apostol: Apartad todo lo malo de vosotros. Es necessario, que toda

oveja enferma se arroje de la compañia de los Hermanos fieles; pero el

Maestre que debe tener el báculo, y la vara en la mano, el báculo con

que mantenga, y sustente la flaqueza de los demas, y la vara con que

castigue los vicios de los delinquentes con el celo de la rectitud, procure

hacer esto con el consejo del Patriarca, y con espiritual consideración,

porque como dice San Máximo, la suavidad no de mayor soltura al

pecador, y la inmodera severidad no aparte al delinquente de la caida.

LXIX.- Que desde la solemnidad de la Pascua, hasta Todos los Santos, se

ha de poner una sola camisa de lienzo

Consideramos con misericordia por el demasiado ardor de la region

Oriental, que desde la solemnidad de las Pascua, hasta la fiesta de Todos

los Santos, a qualquiera se le de una camisa tan sola de lienzo, no por

precisión, sino por gracia, a aquel digo que qui- siere usar de ellas; pero

fuera de este tiempo, generalmente tengan todos camisas de lana.

LXX. -Que ropa sea necesaria para la cama

Con común consejo aprobamos, que cada uno duerma en su cama solo, y

no de otra suerte, a no intervenir justa causa, o necesidad para lo

contrario. La ropa de la cama la tenga cada uno con moderada

dispensación del Maestre, por lo que creemos basta a cada uno un

jergón, una sábana, y un cobertor; pero el que careciese de alguna de

estas cosas tenga un cobertor y en todo tiempo le sera licito usar de una

colcha de lienzo. Duerman siempre con camisa, y calzoncillos; y estando

durmiendo los Hermanos, nunca falte luz, que alumbre continuamente

hasta el amanecer .

LXXI.- Que se evite la murmuración

Tambien os mandamos, que eviteis, y huyais como peste por precepto

Divino las emulaciones, embidias, rencor, murmuracion, detraccion, yotra

qualquiera cosa de estas. Procure, pues, cada uno con animo vigilante no

culpar, ni reprehender a su Hermano, antes bien con espe cial estudio

advierta en consejo del Apostol: No seas criminoso, ni murmurador en el

Pueblo; pero si conocieres claramente que su Hermano pecó en algo,

pacíficamente, y con piedad , fraternal, segun el precepto del Señor, le

reprehenda privadamente entre los dos; y si no hiciere caso, llame a otro

Hermano para el mismo efecto, y si a ambos los despreciasse sea

reprehendido delante de todos publicamente en el Convento, porque a la

verdad estan en grande aquedad los que murmuran de otros; y son muy

infieles los que no se guardan de la soberbia, por lo que caen en aquel

antiguo pecado del Enemigo comun.

LXXII.- Que se eviten los osculos de las mugeres

Creemos que es peligroso a todo Religioso reparar con nimiedad en los

senblantes de las mugeres y por lo mismo no sea ossado Hermano

alguno a oscular ni a viuda, ni doncella, ni a su madre, ni a su hermana

ni a su tía, ni a otra muger alguna. Huya por esto mismo semejantes

osculos la Milicia de Christo, por los que suelen frecuentemente peligrar

los hombres, para que con conciencia pura, y perfecta vida, logre gozar

perpetuamente de la vida del Señor.

 

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Feudalisme : Europa occidental entre el segles IX i el XIII.

Feudalismo

Se denomina feudalismo a la organización social, política y económica basada en el feudo que predominó en la Europa occidental entre los siglos IX y XV. Se trataba de propiedades de terrenos cultivados principalmente por siervos, parte de cuya producción debía ser entregada en concepto de "censo" (arriendo) al amo de las tierras, en la mayoría de los casos un pequeño noble (señor) nominalmente leal a un rey.

Definición de feudalismo

Existen en general dos definiciones de feudalismo:

- Definición institucionalista (por F.L. Ganshof): Designa un conjunto de instituciones que respaldan compromisos generalmente militares, entre un hombre libre, el vasallo (vasallus, vassus) y un hombre libre en situación superior. El primero recibe del segundo un feudo (feodum, feudum) para su mantenimiento.

[P]uede definirse el feudalismo como un conjunto de instituciones que crean y rigen obligaciones de obediencia y servicio -principalmente militar- por parte de un hombre libre, llamado "vasallo", hacia un hombre libre llamado "señor", y obligaciones de protección y sostenimiento por parte del "señor" respecto del "vasallo", dándose el caso de que la obligación de sostenimiento tuviera la mayoría de las veces como efecto la concesión, por parte del señor al vasallo, de un bien llamado "feudo".[1]

- Definición marxista: Un modo de producción con unas peculiares formas de relación socioeconómica, situado entre el esclavismo de la Antigüedad y el capitalismo moderno. Concretamente, se lo entiende como un conjunto de relaciones de producción y dependencia entre el campesino y el señor, propietario de la tierra que aquél usufructúa, en un momento de predominio de la agricultura como fuente de riqueza.

[U]n sistema bajo el cual el status económico y la autoridad estaban asociados con la tenencia de la tierra y en el que el productor directo (que a su vez era poseedor de algún terreno) tenía la obligación, basada en la ley o el derecho consetudinario, de dedicar cierta parte de su trabajo o de su producción en beneficio de su superior feudal.[2]

- El Feudalismo se puede entender también como la ruptura de todas las estructuras de poder Antiguo, en un sistema de fragmentación de la tierra donde el Señor es juez, administrador y militar de la misma. Todos los señores responden al monarca. Los campesinos ofrecen sus servicios y labran la tierra a cambio de la protección del señor feudal, y entre los señores se forman las relaciones feudovasalláticas antes mencionadas.

La postura habitual entre los medievalistas distingue dos procesos:

- Un complejo de compromisos militares, que, junto con la disgregación del poder político, conlleva una privatización de funciones públicas en beneficio de una minoría de libres privilegiados.

Uso del término "feudalismo"

El fracaso del proyecto político centralizador de Carlomagno llevó, en ausencia de ese contrapeso, a la formación de un sistema político, económico y social que los historiadores ha convenido en llamar feudalismo, aunque en realidad el nombre nació como un peyorativo para designar del Antiguo Régimen por parte de sus críticos ilustrados. La Revolución Francesa suprimió solemnemente "todos los derechos feudales" en la noche del 4 de agosto de 1789 y "definitivamente el régimen feudal", con el decreto del 11 de agosto.

La generalización del término permite a muchos historiadores aplicarlo a las formaciones sociales de todo el territorio europeo occidental, pertenecieran o no al Imperio Carolingio. Los partidarios de un uso restringido, argumentando la necesidad de no confundir conceptos como feudo, villae, tenure, o señorío lo limitan tanto en espacio (Francia, Oeste de Alemania y Norte de Italia) como en el tiempo: un "primer feudalismo" o "feudalismo carolingio" desde el siglo VIII hasta el año 1000 y un "feudalismo clásico" desde el año 1000 hasta el 1240, a su vez dividido en dos épocas, la primera, hasta el 1160 (la más descentralizada, en que cada señor de castillo podía considerarse independiente); y la segunda, la propia de la "monarquía feudal"). Habría incluso "feudalismos de importación": la Inglaterra normanda desde 1066 y los estados latinos de oriente creados durante las Cruzadas (siglos XII y XIII).[3]

Otros prefieren hablar de "régimen" o "sistema feudal", para diferenciarlo sutilmente del feudalismo estricto, o de síntesis feudal, para marcar el hecho de que sobreviven en ella rasgos de la antigüedad clásica mezclados con contribuciones germánicas, implicando tanto a instituciones como a elementos productivos, y significó la especificidad del feudalismo europeo occidental como formación económico social frente a otras también feudales, con consecuencias trascendentales en el futuro devenir histórico.[4] Más dificultades hay para el uso del término cuando nos alejamos más: Europa Oriental experimenta un proceso de "feudalización" desde finales de la Edad Media, justo cuando en muchas zonas de Europa Occidental los campesinos se liberan de las formas jurídicas de la servidumbre, de modo que suele hablarse del feudalismo polaco o ruso. El Antiguo Régimen en Europa, el Islam medieval o el Imperio Bizantino fueron sociedades urbanas y comerciales, y con un grado de centralización política variable, aunque la explotación del campo se realizaba con relaciones sociales de producción muy similares al feudalismo medieval. Los historiadores que aplican la metodología del materialismo histórico (Marx definió el modo de producción feudal como el estadio intermedio entre el esclavista y el capitalista) no dudan en hablar de "economía feudal" para referirse a ella, aunque también reconocen la necesidad de no aplicar el término a cualquier formación social preindustrial no esclavista, puesto que a lo largo de la historia y de la geografía han existido otros modos de producción también previstos en la modelización marxista, como el modo de producción primitivo de las sociedades poco evolucionadas, homogéneas y con escasa división social -como las de los mismos pueblos germánicos previamente a las invasiones- y el modo de producción asiático o despotismo hidráulico -Egipto faraónico, reinos de la India o Imperio Chino- caracterizado por la tributación de las aldeas campesinas a un estado muy centralizado.[5] En lugares aún más lejanos se ha llegado a utilizar el término feudalismo para describir una época. Es el caso de Japón y el denominado feudalismo japonés, dadas las innegables similitudes y paralelismos que la nobleza feudal europea y su mundo tiene con los samuráis y el suyo (véase también shogunato, han y castillo japonés). También se ha llegado a aplicarlo a la situación histórica de los periodos intermedios de la historia de Egipto, en los que, siguiendo un ritmo cíclico milenario, decae el poder central y la vida en las ciudades, la anarquía militar rompe la unidad de las tierras del Nilo, y los templos y señores locales que alcanzan a controlar un espacio de poder gobiernan en él de forma independiente sobre los campesinos obligados al trabajo.

Antecedentes

El sistema feudal europeo tiene sus antecedentes en el siglo V, al caer el Imperio romano. El colapso del Imperio acaeció básicamente por su extensión y la incapacidad del emperador para controlar todas sus provincias, sumado a las cada vez más numerosas incursiones de pueblos bárbaros que atacaban y saqueaban las provincias más retiradas del imperio. Esto provocó que los emperadores necesitaran gente para defender sus grandes terrenos y contrataran caballeros o nobles (precursores del modelo de señor feudal), éstos contrataran vasallos, villanos, etc. Se llegó incluso a contratar a jefes y tropas mercenarias de los mismos pueblos "bárbaros".

A partir del siglo X no queda resto de imperio alguno sobre Europa. La realeza, sin desaparecer, ha perdido todo el poder real y efectivo, y sólo conserva una autoridad sobrenatural remarcada por las leyendas que le atribuyen carácter religioso o de intermediación entre lo divino y lo humano. Así, el rey no gobierna, sino que su autoridad viene, a los ojos del pueblo, de Dios, y es materializado e implementado a través de los pactos de vasallaje con los grandes señores, aunque en realidad son éstos quienes eligen y deponen dinastías y personas. En el plano micro, los pequeños nobles mantienen tribunales feudales que en la práctica compartimentalizan el poder estatal en pequeñas células.

Un nuevo poder

La Iglesia Católica abarcadora de todos los bienes llamados limosnas, conocedora de la fragilidad de los reinos y del poder que ella misma tiene en esa situación, durante los concilios de Charroux y de Puy consagra a los prelados y señores como jefes sociales y sanciona con graves penas la desobediencia de estas normas. Los señores, a partir de ese momento, "reciben el poder de Dios" y deben procurar la paz entre ellos, pacto que deben renovar generación tras generación.

Se conforma así un modelo en el que la "gente armada" adquiere determinados compromisos sobre la base de juramentos y deben proteger el orden creado, y los eclesiásticos que forman la moral social y se encuentran salvaguardados por los señores.

Entorno, tareas y división de la nueva sociedad

El castillo encaramado sobre un alto será la representación del poder y la fuerza. En principio, baluarte que se daban las poblaciones para protegerse de las depredaciones. Luego, hogar del señor y lugar de protección de los vasallos en los conflictos. Desde allí se administra justicia a todos cuantos se encuentran sujetos. En un principio, las personas libres están sometidas a unas mínimas normas de obediencia, defensa mutua y servicios prometidos. Los demás son siervos.

En los países donde la dominación romana duró más tiempo (Italia, Hispania, Provenza), las ciudades se conservan, si bien con menor importancia numérica, pero a salvo de señoríos. En los países, más al norte, donde los romanos se asentaron menos tiempo o con menor intensidad, la reducción de la población en las ciudades llegó a hacer desaparecer los pocos núcleos importantes que había y el feudalismo se implanta con más fuerza.

La sociedad se encuentra entonces con tres órdenes que, según la propia Iglesia, son mandatos de Dios y, por tanto, fronteras sociales que nadie puede cruzar. La primera clase u orden es la de los que sirven a Dios, cuya función es la salvación de todas las almas y que no pueden encomendar su tiempo a otra tarea. La segunda clase es la de los combatientes, aquellos cuya única misión es proteger a la comunidad y conservar la paz. La tercera clase es la de los que laboran, que con su esfuerzo y trabajo deben mantener a las otras dos clases.

El vasallaje y el feudo

Un vasallo arrodillado realiza la inmixtio manum durante el homenaje a su señor, sentado. Un escribiente toma nota. Todos están sonrientes

Dos instituciones eran claves para el feudalismo: por un lado el vasallaje como relación jurídico-política entre señor y vasallo, un contrato sinalagmático (es decir, entre iguales, con requisitos por ambas partes) entre señores y vasallos (ambos hombres libres, ambos guerreros, ambos nobles), consistente en el intercambio de apoyos y fidelidades mutuas (dotación de cargos, honores y tierras -el feudo- por el señor al vasallo y compromiso de auxilium et consilium -auxilio o apoyo militar y consejo o apoyo político-), que si no se cumplía o se rompía por cualquiera de las dos partes daba lugar a la felonía, y cuya jerarquía se complicaba de forma piramidal (el vasallo era a su vez señor de vasallos); y por otro lado el feudo como unidad económica y de relaciones sociales de producción, entre el señor del feudo y sus siervos, no un contrato igualitario, sino una imposición violenta justificada ideológicamente como un quid pro quo de protección a cambio de trabajo y sumisión.

Por tanto, la realidad que se enuncia como relaciones feudo-vasalláticas es realmente un término que incluye dos tipos de relación social de naturaleza completamente distinta, aunque los términos que las designan se empleaban en la época (y se siguen empleando) de forma equívoca y con gran confusión terminológica entre ellos:

El vasallaje era un pacto entre dos miembros de la nobleza de distinta categoría. El caballero de menor rango se convertía en vasallo (vassus) del noble más poderoso, que se convertía en su señor (dominus) por medio del Homenaje e Investidura, en una ceremonia ritualizada que tenía lugar en la torre del homenaje del castillo del señor. El homenaje (homage) -del vasallo al señor- consistía en la postración o humillación -habitualmente de rodillas-, el osculum (beso), la inmixtio manum -las manos del vasallo, unidas en posición orante, eran acogidas entre las de el señor-, y alguna frase que reconociera haberse convertido en su hombre. Tras el homenaje se producía la investidura -del señor al vasallo-, que representaba la entrega de un feudo (dependiendo de la categoría de vasallo y señor, podía ser un condado, un ducado, una marca, un castillo, una población, o un simple sueldo; o incluso un monasterio si el vasallaje era eclesiástico) a través de un símbolo del territorio o de la alimentación que el señor debe al vasallo -un poco de tierra, de hierba o de grano- y del espaldarazo, en el que el vasallo recibe una espada (y unos golpes con ella en los hombros), o bien un báculo si era religioso.

El homenaje y la investidura

Torre del Homenaje del Castillo de Olbrueck en Alemania

El homenaje era un ritual por el que un señor concedía un feudo a otro hombre de la clase privilegiada a cambio de unos servicios y prestaciones, generalmente de orden militar.

La figura del Homenaje adquiere mayor relevancia entre los siglos XI al XIII, destinándose la parte más noble del castillo para ello, la torre, y en el ceremonial participaban dos hombres: el vasallo que, arrodillado, destocado y desarmado frente al señor[6] con las manos unidas en prueba de humildad y sometimiento, espera que éste le recoja y lo alce, dándose ambos un reconocimiento mutuo de apoyo y un juramento de fidelidad. El señor le entregará el feudo en pago por sus servicios futuros, que generalmente consistía en bienes inmuebles: Grandes extensiones de terreno, casi siempre de labranza. El juramento y el vasallaje será de por vida.

La entrega del feudo o algún elemento que lo represente constituye la investidura y se realizaba inmediatamente después del homenaje. El régimen jurídico de entrega es, de forma general, un usufructo vitalicio, aunque también podía ser en bienes materiales, pero que con el tiempo se convirtió en una ligazón de familias entre el señor y sus vasallos, pudiendo heredarse el feudo siempre que los herederos renovaran sus votos con el señor. Sin embargo, el señor feudal tenía derecho a revocar el feudo a su vasallo si éste no se comportaba como tal, o demostraba algún signo de deslealtad, como conspirar contra él, no cumplir entregando las tropas de su feudo en caso de guerra, etc., ya que cometía el delito de felonía. A un felón se le consideraba un mal vasallo y una persona de la que desconfiar. En el sistema feudal, la felonía era una terrible mancha de por vida en la reputación de un caballero.

La encomienda. La organización del feudo

La encomienda, encomendación o patrocinio (patrocinium, commendatio, aunque era habitual utilizar el término commendatio para el acto del homenaje o incluso para toda la institución del vasallaje) eran pactos teóricos entre los campesinos y el señor feudal, que podían también ritualizarse en una ceremonia o -más raramente- dar lugar a un documento. El señor acogía a los campesinos en su feudo, que se organizaba en una reserva señorial que los siervos debían trabajar obligatoriamente (sernas o corveas) y en el conjunto de las pequeñas explotaciones familiares (mansos) que se atribuían a los campesinos para que pudieran subsistir. Obligación del señor era protegerles si eran atacados, y mantener el orden y la justicia en el feudo. A cambio, el campesino se convertía en su siervo y pasaba a la doble jurisdicción del señor feudal: en los términos utilizados en España en la Baja Edad Media, el señorío territorial, que obligaba al campesino a pagar rentas al noble por el uso de la tierra; y el señorío jurisdiccional, que convertía al señor feudal en gobernante y juez del territorio en el que vivía el campesino, por lo que obtenía rentas feudales de muy distinto origen (impuestos, multas, monopolios, etc.). La distinción entre propiedad y jurisdicción no era en el feudalismo algo claro, pues de hecho el mismo concepto de propiedad era confuso, y la jurisdicción, otorgada por el rey como merced, ponía al señor en disposición de obtener sus rentas. No existieron señoríos jurisdiccionales en los que la totalidad de las parcelas pertenecieran como propiedad al señor, siendo muy generalizadas distintas formas de alodio en los campesinos. En momentos posteriores de despoblamiento y refeudalización, como la crisis del siglo XVII, algunos nobles intentaban que se considerasen despoblados completamente de campesinos un señorío para liberarse de todo tipo de cortapisas y convertirlo en coto redondo reconvertible para otro uso, como el ganadero.[7]

Junto con el feudo, el vasallo recibe los siervos que hay en él, no como propiedad esclavista, pero tampoco en régimen de libertad; puesto que su condición servil les impide abandonarlo y les obliga a trabajar. Las obligaciones del señor del feudo incluyen el mantenimiento del orden, o sea, la jurisdicción civil y criminal (mero e mixto imperio en la terminología jurídica reintroducida con el Derecho Romano en la Baja Edad Media), lo que daba aún mayores oportunidades para obtener el excedente productivo que los campesinos pudieran obtener después de las obligaciones de trabajo -corveas o sernas en la reserva señorial- o del pago de renta -en especie o en dinero, de circulación muy escasa en la Alta Edad Media, pero más generalizada en los últimos siglos medievales, según fue dinamizándose la economía-. Como monopolio señorial solían quedar la explotación de los bosques y la caza, los caminos y puentes, los molinos, las tabernas y tiendas. Todo ello eran más oportunidades de obtener más renta feudal, incluidos derechos tradicionales, como el ius prime noctis o derecho de pernada, que se convirtió en un impuesto por matrimonios, buena muestra de que es en el excedente de donde se extrae la renta feudal de forma extraeconómica (en este caso en la demostración de que una comunidad campesina crece y prospera).

Los estamentos sociales

Véase también: Estamento

La división en tres órdenes se subdividía a su vez en estamentos compactos y perfectamente delimitados.

En una primera división, se encuentra el grupo de los privilegiados, todos ellos señores, eclesiásticos o caballeros. En la cúspide se hallaba el Rey, después el Alto Clero integrado por arzobispos, obispos y abades y el Bajo Clero formado por los curas y sacerdotes, y por último la nobleza. Es este grupo de privilegiados el que forma los señores y los caballeros, y éstos últimos a su vez podían ser señores de otros caballeros, dependiendo de su poder y de la capacidad de subinfeudar sus tierras. El Alto Clero, además de las tareas que dentro de los tres órdenes le habían sido encomendadas, la guía espiritual y sostener la doctrina moral que mantenía el feudalismo, podían ser a su vez señores y entregar parte de sus bienes para la defensa de su comunidad. Los privilegiados no pagaban impuestos.

Los no privilegiados eran la burguesía, los artesanos, los sirvientes y los campesinos, que se subdividían a su vez en colonos y aldeanos. A éstos correspondía el sometimiento a la tierra y, por tanto, a quien de ella dependiera, trabajándola y entregando una parte de sus frutos al señor, o bien, en el caso de artesanos y burgueses, debían obediencia a quien les garantizaba la defensa de la ciudad y la entrega de bienes o dinero.

Los eclesiásticos

Véase también: Clero Cruz de Calatrava, emblema de la Orden de Calatrava, organización religioso-militar fundada en 1158 en Castilla.

El Alto Clero estuvo siempre dominado por el episcopado, cuyos poderes terrenales eran equiparables a los de cualquier señor laico. En un primer momento, los monjes, todos pertenecientes al Bajo Clero, quedaban dentro del ámbito de poder de los obispos; más tarde, serían los abades quienes terminarían por delimitar su autoridad sobre los miembros de las órdenes monásticas, quedando los sacerdotes en el ámbito de la diócesis episcopal.

En las abadías, se fueron perfilando modelos distintos: por un lado, aquéllas que no eran poseedoras de grandes propiedades y que dependían para su supervivencia de las limosnas de los fieles, y de algunos predios entregados por los señores del lugar para garantizar el sustento de la comunidad religiosa. La necesidad de dinero favorece que sea en este instante en el que la figura de la limosna es ensalzada como deber fundamental para el creyente y camino para la salvación del alma.

Otros monasterios poseían extensas propiedades y el abad actuaba como un señor feudal, en algunos casos incluso nombrando caballeros que le protejan o favoreciendo la creación de órdenes religioso-militares de gran poder. Sea como fuere, en éstos el dinero proviene de las rentas que son entregadas por los siervos, generalmente en especie, así como de las aportaciones, muchas de ellas generosas, y a veces interesadas, de otros señores. La necesidad de mantener una buena relación con el abad de un monasterio poderoso favorecerá que otros señores entreguen ofrendas de alto valor y ayuden a la construcción y embellecimiento de iglesias y catedrales que simbolizaban el poder.

El diferente destino de los eclesiásticos venía determinado por su ascendencia social. Se trata del estamento social más abierto, pues cualquier persona libre puede incorporarse al mismo pagando una cantidad de dinero dote. Éste será el elemento que determine dentro del estamento la posición que, efectivamente, va a ocupar cada uno. Los hijos de los señores que se integran dentro de la iglesia aportarán cuantiosas sumas que garantizan, no sólo su supervivencia de por vida, sino un incremento patrimonial notable para el cabildo catedralicio o monasterio en el que se integran, y un rango alto de los donantes dentro del sistema. Son éstos los que ocuparán más tarde los cargos obispales. Por otro lado, los clérigos serán los hijos de los campesinos y, en general, de los no privilegiados, y cuyas funciones, además de las religiosas, estarán limitadas al ora et labora. Esta práctica degeneró en la práctica de compraventa de cargos eclesiásticos llamada simonía.feo feo feo

La caballería

Armadura y armas de los caballeros, generalmente aportadas por el señor en la Investidura

La obligación primordial del vasallo era cumplir con los deberes militares, sobre todo la defensa del señor y sus bienes, pero también la defensa del propio feudo y de los siervos que en él se encontraban. Una obligación pareja era aportar una parte mínima de los tributos recaudados al señor para engrandecer sus propiedades. El caballero no tenía en realidad un dueño, ni estaba sometido a poder político alguno, de ahí que se encontrasen caballeros que luchaban en las filas de un rey un día, y al siguiente en las de otro. Su deber real era para con el señor a quien le unía un espíritu de camaradería.

En el siglo IX aún se usaba el término milites para hacer referencia a los caballeros, aunque pronto los idiomas locales fueron gestando términos propios que se agrupaban en "jinetes" o "caballeros". Su importancia fue en aumento al prescindirse cada vez más de la infantería. El caballero debía proveerse de caballo, armadura y armas, y disponer de tiempo de ocio para cumplir su misión.

Aunque abierto al principio, el estamento de los caballeros tendió a cerrarse, convirtiéndose en hereditario. Con el tiempo, los caballeros eran ordenados al terminar la adolescencia por un compañero de armas en una ceremonia sencilla. En este momento ya no importa la fortuna, sino la ascendencia, creándose diferencias notables entre los mismos. Los más pobres disponen de un pequeño terreno, y ocupan su tiempo entre las labores propias del campesino y la guerra. Los más poderosos, que disponen de tierras y fortuna, comenzarán a formar la auténtica nobleza, concentrando poder económico y militar.

La caballería en los reinos de Hispania

En los reinos peninsulares, los reyes, siempre necesitados de tropa para enfrentarse a los moros, promueven la caballería entre sus súbditos de modo muy sencillo: Se denominaba caballero aquél capaz de mantener un caballo, cosa para la que se requería una mínima fortuna, pues el caballo no sirve para las tareas del campo. Al cabo de tres o cuatro generaciones, manteniendo un caballo, se adquiría la calidad de hidalgo (hijo de alguien). Ésta es la razón por la que Alonso Quijano, don Quijote, tuviera un caballo flaco: para seguir llamándose hidalgo y el hecho de que quisiera ser armado "caballero", una burla más de Cervantes que entendían quienes, en la época, sabían que hidalgo era más que caballero.

Tener un caballo suponía poder participar en las guerras del rey y, comportándose valientemente, optar a la posibilidad de que el rey le concediera mercedes.

Esta organización, mucho más permeable socialmente, tuvo dos consecuencias: fortalecer el poder real frente a los nobles, puesto que el rey tenía ejércitos sin necesitar su ayuda, y haciendo más fuerte el poder real, hacer más poderoso el país, como así ocurrió. Véanse las guerras civiles entre Pedro I de Castilla y su hermanastro Enrique, cómo el primero se apoya en las ciudades y el segundo en los nobles, pero cambia de bando hacia las ciudades cuando derrota y mata a Pedro.

Los no privilegiados

Véase también: Señorío

El conjunto de laicos libres que no pertenecen a la reducida categoría caballeresca son los no privilegiados en cuyo trabajo descansa el orden económico del feudalismo.

El más numeroso grupo lo forman los campesinos libres, que trabajan la tierra, generalmente ajena, o pequeñas parcelas propias. Entre éstos sigue habiendo diferencias, según se sea labrador que dispone de una yunta de bueyes o mero peón. En algún caso singular, campesinos libres llegan a poseer grandes extensiones que les permitirán más tarde llegar a la condición de terratenientes y, de ahí, a nobles, pero serán situaciones excepcionales.

En cualquier caso, lo que les distingue como estamento, como siervos, es su situación de dependencia frente a un señor que no han elegido y que tiene sobre ellos el poder de distribuir la tierra, administrar justicia, determinar los tributos, exigirles obligaciones militares de custodia y protección del castillo y los bienes del señor y apropiarse como renta feudal de una parte sustancial del excedente, en trabajo, en especie (porcentajes de la cosecha) o dinero.

Siega del heno, con guadaña. Psalterio Hunter, hacia 1170.

Campesino cavando Psalterio Hunter, hacia 1170.

Viñateros podando. Psalterio Weinbau, hacia 1180.

Campesinos vendimiando. Psalterio Weinbau, hacia 1180.

Campesinos segando. Ilustración del siglo XIV (Tacuinum sanitatis).

Campesinos separando el grano de la paja con trillos manuales. Ilustración del siglo XIV (Tacuinum sanitatis).

Campesino arreando mulas de carga. Biblia Maciejowski, hacia 1250.

Oficios de la construcción. Ilustración del siglo XI (Construcción de la torre de Babel, del Maestro del Pentateuco).

 

Los villanos

Recibían este nombre los habitantes de las villas dedicados a la agricultura. Se distinguían dos clases: los siervos (siervo) y los campesinos libres. Los siervos no eran dueños de sus personas. Formaban parte de la tierra, por lo cual se les llamaba siervos de la gleba. No podían abandonar la tierra sin consentimiento del señor, lo mismo para contraer matrimonio. Se les podía vender junto con la tierra. Tenían, además, que pagar por la tierra que cultivaban y servir gratis al señor. Los campesinos libres podían cambiar de lugar, contraer matrimonio, transmitir sus bienes. Sin embargo, estaban obligados al servicio militar y a pagarle al señor impuestos en dinero o en especie por el uso de la tierra. La vida de los villanos era muy dura. A menudo se veían acosados por el hambre y la peste. El sistema feudal, desde el punto de vista político, inicia su decadencia al comenzar las Cruzadas. Aun cuando desde el punto vista social y económico en algunos países persiste hasta nuestros días. El predominio absolutista de los reyes y con la adquisición de libertades por parte de las ciudades termina de poner fin al sistema.

Economía feudal

Las invasiones que sufre Europa durante más de cien años (normandos, musulmanes, eslavos) con la caída del Imperio romano y el posterior debilitamiento del Imperio Carolingio frenarán la actividad económica hasta las puertas del año 1000.

Es en este momento cuando se extienden modernas técnicas agrícolas que, existiendo anteriormente, habían quedado reducidas a pocos espacios territoriales. Entre ellos cabe destacar el aumento en el uso de los molinos de agua como fuerza motriz y de las acequias para riego, extendiendo los cultivos y liberando mano de obra. Además, mejoran los métodos de enganche de los animales, especialmente el caballo y el buey, cuya cría aumenta de manera notable y permitirá disponer de animales de tiro en abundancia. Los instrumentos de uso agrícola, como el arado o la azada, generalmente de madera, son sustituidos por otros de hierro.

La explotación agraria feudal era de subsistencia. Los siervos cultivaban lo suficiente para mantenerse a sí mismos y para pagar los diezmos a la Iglesia y la renta al señor. De la recolecta se separaban también las semillas necesarias para la siguiente siembra. Los mercados urbanos se abastecían con las porciones de los diezmos y la renta.

Los cultivos se organizaban en torno a las poblaciones en tres anillos. El primero y más cercano a la población se dedicaba a las frutas y hortalizas. El segundo era para los cereales, principal sustento de la época. El tercer núcleo eran tierras de pasto y monte explotadas de forma comunal. Los pastos comunales limitaban por tanto la expansión de las tierras de cereales e impedían ampliar la extensión cultivada según la demanda de la población.

La rotación de cultivos era el principal sistema utilizado para evitar el deterioro de la tierra. Este método consiste en dejar en barbecho (es decir, sin cultivar) una parte de la tierra cada año para permitir su regeneración. En las regiones mediterráneas se usaba la rotación bienal, según el cual la mitad de las tierras quedaba en barbecho cada año. En las regiones europeas atlánticas se usaba la rotación trienal: un tercio de la tierra para cereal de ciclo largo -de invierno-, otro tercio para cereal de ciclo corto -verano- y el último tercio en barbecho. La tierra que quedaba sin cultivar se dedicaba a uso comunal, permitiendo que los animales pastasen en ella (práctica conocida como derrota de las mieses)

El aumento de la producción como consecuencia de las innovaciones supone ya en el siglo XI una reducción de las prestaciones personales de los siervos a sus señores en cuanto a horas de trabajo, sustituyéndose por el pago de una cuantía económica o en especie. Se reducen las tierras del señor y aumentan los arrendamientos. Al mismo tiempo, los campesinos aumentan sus rentas disponibles y ganan en independencia.

Se incrementa el número de tierras roturadas y comienza el periodo de eliminación de los bosques europeos, drenaje de las tierras empantanadas, la extensión de los terrenos arados lejos de las aldeas y la construcción dispersa de casas campesinas. Las mejores tierras atraen a una mayor masa de población y se producen migraciones en todo el centro de Europa. El crecimiento de la población es notable a partir del 1050, llegándose a duplicar la población de Inglaterra en 150 años y se triplicará hacia el final de la Edad Media. En el siglo XI las hambrunas han desaparecido.

A partir del siglo XII, la existencia de excedentes incrementa el comercio más allá de las fronteras del señorío. Las actividades comerciales permiten que surja una incipiente burguesía, los mercaderes, que debe realizar su trabajo pagando igualmente una parte de sus beneficios en forma de tributos a los señores, que a su vez incrementan con ello sus recursos. Las rutas de peregrinaje son los nuevos caminos por donde se abre el comercio. Roma, Jerusalén o Santiago de Compostela son los destinos, pero las comunidades situadas en sus vías de acceso florecen. Las ciudades, burgos, son al mismo tiempo espacios de defensa y de comercio conforme avanza el tiempo y se va gestando una nueva sociedad que despegará en los siglos XIII y XIV.

segles XVI i XVII : la Casa d'Àustria

Casa de Austria

La Casa de Austria es el nombre con el que se conoce a la dinastía Habsburgo reinante en la Monarquía Hispánica en los siglos XVI y XVII; desde la Concordia de Villafáfila (27 de junio de 1506) en que Felipe I el Hermoso es reconocido como rey consorte de la Corona de Castilla, quedando para su suegro Fernando el Católico la Corona de Aragón; hasta la muerte sin sucesión directa de Carlos II el Hechizado (1 de noviembre de 1700), que provocó la Guerra de Sucesión Española.

El Emperador Carlos V (Carlos I de España) acumuló un enorme complejo territorial y oceánico sin parangón en la historia, que se extendía desde Filipinas al este hasta México al oeste, y desde los Países Bajos al norte hasta el Estrecho de Magallanes al sur. Además de la expansión ultramarina, y algunas conquistas (como Milán), fue resultado de la adición dinástica de cuatro casas europeas: las de Borgoña (1506), Austria (1519),Aragón (1516) y Castilla (1555), y conformó la base de lo que se conoció como Imperio Español, sobre todo a partir de la división de su herencia (1554-1556) entre su hermano Fernando I de Habsburgo y su hijo Felipe II. Desde entonces puede hablarse de dos ramas de la casa de Austria, los Habsburgo de Madrid (que son los de los que trata este artículo) y los Habsburgo de Viena (que continuaron reinando en Austria hasta 1918).

La Monarquía Hispánica (también conocida como Monarquía Católica) fue durante toda esa época la mayor potencia de Europa. Durante los llamados Austrias mayores (Carlos V y Felipe II) alcanzó el apogeo de su influencia y poder, sobre todo con la incorporación de Portugal y su extenso imperio; mientras que los reinados de los llamados Austrias menores (Felipe III, Felipe IV y Carlos II), coincidentes con lo mejor del Siglo de Oro de las artes y las letras, significaron lo que se conoce como "decadencia española": la pérdida de la hegemonía europea y una profunda crisis económica y social.

La supremacía marítima española en el siglo XVI fue demostrada con la victoria sobre los otomanos en Lepanto (1571, más importante simbólicamente que por sus consecuencias) y, después del contratiempo de la Armada Invencible (1588, de consecuencias también sobrevaloradas) en una serie de victorias contra Inglaterra en la Guerra anglo-española de 1585-1604. Sin embargo a mediados del siglo XVII el poder marítimo de la Casa de Austria sufrió un largo declive con derrotas sucesivas frente a las Provincias Unidas y después Inglaterra; durante los años 1660 estaba luchando desesperadamente para defender sus posesiones exteriores de piratas y corsarios. En el continente europeo los Habsburgo de Madrid se involucraron en defensa de sus parientes de Viena en la vasta Guerra de los Treinta Años, que aunque comenzó con buenas perspectivas para las armas españolas, terminó catastróficamente tras la crisis de 1640, con la sublevación simultánea de Portugal (que se separó definitivamente), Cataluña y Nápoles. En la segunda mitad del siglo XVII los españoles fueron sustituidos en la hegemonía europea por la Francia de Luis XIV.

Los inicios del imperio (1504-1521)

Juana la Loca, Reina de Castilla (r. 1504-1506), Kusthistorisches Museum, Viena

España, tanto en su configuración territorial como en la definición de su entidad estatal, no llegó a presentar un aspecto similar al actual hasta la muerte de Carlos II. Con ella se produjo la extinción de los de Habsburgo de Madrid, la ascensión de Felipe V y la inaguración de la Dinastía Borbón y sus reformas. El área política referida -sobre todo en su percepción exterior- como España era, de hecho, la unión en la persona del rey de muy diversas entidades políticas salidas de la Edad Media. La trascendencia del matrimonio de Fernando II de Aragón e Isabel I de Castilla en 1469, y las personalidades de estos reyes tuvieron mucho que ver con ello, aunque también el azar que fue frustrando algunos de sus proyectos y haciendo triunfar otros. No había sido la única opción considerada, habiendo sido posible igualmente una unión de Castilla con Portugal, bien sin Aragón (de haber triunfado su hermanastra Juana la Beltraneja en la Guerra de Sucesión Castellana) o bien con él (de haber sobrevivido su nieto el príncipe Miguel de Paz).

En 1504, la reina Isabel murió, y aunque Fernando intentó mantener su posición sobre Castilla tras su muerte, las Cortes de Castilla escogieron coronar reina a la hija de Isabel, Juana. Su marido, Felipe de Habsburgo, hijo del Emperador del Sacro Imperio Romano Maximiliano I y María de Borgoña, simultáneamente se convirtió en el rey-consorte Felipe I de Castilla. Poco después Juana comenzó a caer en la locura. En 1506, Felipe asumió la regencia, pero murió poco más tarde, ese mismo año bajo circunstancias que algunas fuentes consideran compatibles con un envenenamiento ordenado por su suegro[1]. Como su hijo mayor, Carlos, tenía sólo seis años, las Cortes, a regañadientes, permitieron a Fernando, el padre de Juana, gobernar el país como el regente de Juana y Carlos.

España estaba ahora unida bajo un sólo gobernante, Fernando II de Aragón. Como único monarca, Fernando adoptó una política más agresiva que la que tuvo como marido de Isabel, ampliando la esfera de influencia de España a Italia, fortaleciéndola contra Francia. Como gobernante de Aragón, Fernando estuvo involucrado en la lucha contra Francia y Venecia por el control de Italia; estos conflictos se convirtieron en el centro de la política exterior de Fernando como rey. El primer uso de fuerzas españolas por parte de Fernando llegó en la Guerra de la Liga de Cambrai contra Venecia, donde los soldados españoles se distinguieron en el campo de batalla al lado de sus aliados franceses en la Batalla de Agnadello (1509). Sólo un año más tarde, Fernando se unió a la Liga Católica contra Francia, viendo una oportunidad de tomar Nápoles y Navarra -de las que mantenía una reivindicación dinástica-. En 1516 Francia aceptó una tregua que dejó Milán bajo control francés y reconoció la hegemonía española en Nápoles y el sur de Navarra. El matrimonio de Fernando con Germana de Foix, de haber sobrevivido el hijo de ambos, hubiera roto la unidad política de Castilla y Aragón, pero su hijo Juan murió a temprana edad.

Estandarte de los monarcas de la Casa de los Austrias en España, usado desde 1580 hasta 1668.

La muerte de Fernando llevó a la ascensión al trono del joven Carlos como Carlos I de Castilla y Aragón. Su herencia española incluyó todas las posesiones españolas en el Nuevo Mundo y alrededor del Mediterráneo. Después de la muerte de su padre Habsburgo en 1506, Carlos había heredado el territorio denominado Flandes o los Países Bajos (donde había nacido y crecido) y el Franco Condado. En 1519, con la muerte de su abuelo paterno Maximiliano I, Carlos heredó los territorios Habsburgos de Alemania, y fue debidamente elegido ese mismo año como Emperador con el nombre de Carlos V. Su madre permaneció como la reina titular de Castilla hasta su muerte en 1555, pero debido a su salud, Carlos (con el título de rey también allí) ejerció todo el poder sin contemplaciones, lo que produjo la sublevación conocida como Guerra de las Comunidades. Sofocada la sublevación en 1521, al igual que la simultánea de las Germanías de Valencia, el Emperador y Rey Carlos era el hombre más poderoso de la Cristiandad.

La acumulación de tanto poder en un hombre y una dinastía preocupaba mucho al rey de Francia, Francisco I, que se encontró rodeado de territorios Habsburgo. En 1521, Francisco invadió las posesiones españolas en Italia e inauguró una segunda ronda del conflicto franco-español. Las Guerras Italianas fueron un desastre para Francia, que sufrió derrotas tanto en la llamada Guerra de los Cuatro Años (1521-1526) -Biccoca (1522) y Pavía (1525, en donde Francisco fue capturado)- como en la Guerra de la Liga de Cognac (1527-1530) -Landriano (1529)- antes de que Francisco cediera y abandonara Milán, en beneficio una vez más de España.

Véase también: Descubrimiento de América y Conquista de Navarra

Un emperador y un rey (1521-1556) [editar]

Un mapa de los dominios de los Habsburgo después de la Batalla de Mühlberg (1547) como se muestra en The Cambridge Modern History Atlas (1912); las tierras de los Habsburgo están pintadas en verde.

La victoria de Carlos en la Batalla de Pavía en 1525, sorprendió a muchos italianos y alemanes y suscitó preocupaciones de que Carlos se esforzaría por ganar todavía más poder. El papa Clemente VII cambió de bando y se unió a Francia y a importantes estados italianos contra el Emperador Habsburgo en la Guerra de la Liga de Cognac. En 1527, debido a la incapacidad de Carlos de pagar suficientemente a sus ejércitos en el Norte de Italia, éstos se amotinaron y saquearon Roma por el botín, forzando a Clemente, y a los sucesivos papas, a ser considerablemente más prudentes en sus tratos con las autoridades seculares: en 1533, el rechazo de Clemente a anular el matrimonio de Enrique VIII de Inglaterra con Catalina de Aragón (tía de Carlos) fue una consecuencia directa de su deseo de no ofender al emperador y tener quizá su capital saqueada una segunda vez. La Paz de Barcelona, firmada entre Carlos y el Papa en 1529, estableció una relación más cordial entre ambos líderes. De hecho, el Papa nombró a España como el protector de la causa Católica y reconoció a Carlos como rey de Lombardía a cambio de la intervención española en derrocar a la rebelde República florentina.

En 1543, Francisco I, rey de Francia, anunció su alianza sin precedentes con el sultán otomano, Solimán el Magnífico, ocupando la ciudad de Niza, controlada por España, en cooperación con las fuerzas turcas. Enrique VIII de Inglaterra, que guardaba mayor rencor contra Francia que el que tenía contra el Emperador por resistirse en el camino a su divorcio, se unió a Carlos en su invasión de Francia. Aunque el ejército español fue completamente derrotado en la Batalla de Cerisoles, en Saboya, a Enrique le fue mejor, y Francia fue forzada a aceptar los términos. Los austríacos, liderados por el hermano menor de Carlos, Fernando, continuaron luchando contra los otomanos en el Este. Con Francia vencida, Carlos pudo ocuparse de un problema más antiguo: la Liga de Esmalcalda.

Carlos I de España en su victoria contra los Protestantes en la Batalla de Mühlberg (1547), pintado por Tiziano

La Reforma Protestante había comenzado en Alemania en 1517. Carlos, a través de su posición como Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, sus estratégicas posesiones patrimoniales situadas a lo largo de las fronteras alemanas, y su cercana relación con sus parientes Habsburgos en Austria, tuvo gran interés en mantener la estabilidad del Sacro Imperio Romano Germánico. La Guerra de los campesinos había estallado en Alemania en 1524 y devastó el país hasta que fue completamente sofocada en 1526. Carlos, incluso estando tan lejos de Alemania, estaba comprometido en mantener el orden. Desde la Guerra de los campesinos, los protestantes se habían organizado en una liga defensiva para protegerse del Emperador Carlos. Bajo la protección de la Liga de Esmalcalda, los estados protestantes habían cometido un gran número de atrocidades a los ojos de la Iglesia Católica - la confiscación de algunos territorios eclesiásticos, entre otras cosas- y habían desafiado la autoridad del Emperador.

Quizá en gran medida desde la perspectiva estratégica del rey español, la Liga se había aliado con los franceses, y sus esfuerzos en Alemania para debilitar la Liga habían sido desairados. La derrota de Francisco en 1544 llevó a la anulación de la alianza con los protestantes, y Carlos aprovechó la oportunidad. Primero intentó el camino de la negociación en la Dieta de Worms de 1521 y el Concilio de Trento de 1545, pero el liderazgo protestante y el sentimiento de traición creado por la postura tomada por los católicos en el concilio llevaron a aquéllos a la guerra, liderados por el elector Mauricio de Sajonia. Como respuesta, Carlos invadió Alemania al frente de un ejército compuesto por tropas españolas y flamencas, esperando restaurar la autoridad imperial. El emperador personalmente infligió una severa derrota militar a los protestantes en la histórica Batalla de Mühlberg en 1547, pero no llegó a tener consecuencias decisivas, pues en 1555 Carlos tuvo que firmar con los estados protestantes la Paz de Augsburgo, que restauraba la estabilidad en Alemania a través del principio cuius regio, eius religio; es decir, el reconocimiento de la libertad religiosa en la práctica para los príncipes alemanes protestantes del norte. La implicación de Carlos en Alemania establecería un rol para España como protectora de la causa católica-Habsburgo en el Sacro Imperio Romano Germánico; el precedente sentado entonces llevaría siete décadas más tarde a la participación en las Guerra de los Treinta Años que acabarían finalmente con el status de España como una de las potencias líderes de Europa.

En 1526, Carlos se casó con la Infanta Isabel, hermana de Juan III de Portugal. En 1556, Carlos abdicó de sus posiciones, pasando su imperio español a su único hijo superviviente, Felipe II de España, y el Sacro Imperio Romano Germánico a su hermano, Fernando. Carlos se retiró al monasterio de Yuste (Extremadura, España), donde se piensa que tuvo una crisis nerviosa, y murió en 1558.

De San Quintín a Lepanto (1556-1571)

El Triunfo de la Muerte (c. 1562) por Pieter Brueghel el Viejo refleja el tratamiento severo que las Diecisiete Provincias recibieron en el siglo XVI

Europa aún no estaba en paz, ya que el agresivo Enrique II de Francia llegó al trono en 1547 e inmediatamente renovó el conflicto armado. El sucesor de Carlos, Felipe II, consiguió aplastar al ejército francés en la Batalla de San Quintín en Picardía en 1557 y derrotar a Enrique de nuevo en la Batalla de Gravelinas el año siguiente. La Paz de Cateau-Cambrésis, firmada en 1559, reconoció definitivamente las reivindicaciones de España en Italia. En las celebraciones posteriores al tratado, Enrique murió por una astilla desviada de una lanza. Durante los siguientes treinta años Francia fue azotada por guerras civiles y desórdenes internos (véase Guerras de religión de Francia) y fue incapaz de competir eficazmente con España y los Habsburgo en la lucha por el poder europeo. Liberado de cualquier oposición francesa seria, España presenció el apogeo de su poder y expansión territorial en el periodo 1559-1643.

Según un extendido punto de vista, que a veces era expresado por los diputados castellanos en las Cortes, Carlos y sus sucesores, en vez de centrar sus esfuerzos en Castilla, el corazón de su Imperio, intentando una unificación de los territorios españoles con una perspectiva centralista, la consideraron sólo como otra parte de su imperio. En eso la monarquía autoritaria de los Habsburgo difería de la orientación absolutista o precozmente nacionalista de otras potencias europeas (Francia, Inglaterra o los Países Bajos), siendo debatido por la historiografía su condición moderna (el estado-nación) o más bien continuadora de ideales y entidades medievales de vocación universal (papado e imperio). Conseguir los objetivos políticos de la dinastía -que ante todo significó debilitar el poder de Francia, mantener la hegemonía Católica Habsburga en Alemania, y contener al Imperio Otomano- fue más importante para los gobernantes Habsburgo que la protección de España. Este énfasis, que se explicitó en la frase atribuida a Felipe II: Antes preferiría perder mis Estados y cien vidas que tuviese que reinar sobre herejes, contribuiría decisivamente al declive del poder imperial español.

El Imperio Español había crecido sustancialmente desde los días de Fernando e Isabel. Los imperios azteca e inca fueron conquistados durante el reinado de Carlos, de 1519 a 1521 y de 1540 a 1558, respectivamente. Se establecieron asentamientos españoles en el Nuevo Mundo: Florida fue colonizada en los años 1560, Buenos Aires fue asentada en 1536 y Nueva Granada (actualmente Colombia) fue colonizada en los años 1530. Manila, en las Filipinas, fue asentada en 1572. El Imperio Español en el extranjero se convirtió en el origen de la riqueza y poder español en Europa, pero contribuyó también a la inflación. En vez de impulsar la economía española, la plata americana hizo a España dependiente de los recursos extranjeros de materias primas y bienes manufacturados. Las transformaciones económicas y sociales que orientaban a Europa Noroccidental en la transición del feudalismo al capitalismo no tuvieron el mismo ritmo en España -ni en la Europa Central y Meridional-.

La Batalla de Lepanto (1571), marcó el final de la expansión del Imperio Otomano en el Mediterráneo.

Después de la victoria de España sobre Francia en 1559 y el inicio de las guerras religiosas de Francia, las ambiciones de Felipe crecieron. El Imperio Otomano había amenazado desde hacía tiempo los límites de los dominios de los Habsburgo en Austria y el Noroeste de África, y como respuesta Fernando e Isabel habían enviado expediciones al Norte de África, capturando Melilla en 1497 y Orán en 1509. Carlos prefirió combatir a los otomanos a través de una estrategia considerablemente más marítima, obstaculizando los desembarcos otomanos en los territorios venecianos en el Este del Mediterráneo. Sólo en respuesta al hostigamiento contra las costas mediterráneas españolas, Carlos lideró personalmente los ataques contra los asentamientos en el Norte de África, como en la Jornada de Túnez en 1535 y la Jornada de Argel en 1541. En 1565, los españoles derrotaron un desembarco otomano en la estratégicamente vital isla de Malta, defendida por los Caballeros de San Juan. La muerte de Solimán el Magnífico el año siguiente y su sucesión por el menos capacitado Selim II envalentonó a Felipe, que decidió llevar la guerra a las tierras otomanas. En 1571, una expedición naval mixta (con Génova, Venecia y el Papado) liderada por el hijo ilegítimo de Carlos, Juan de Austria, aniquiló la flota otomana en la Batalla de Lepanto, una de las más célebres de la historia naval. El éxito cristiano, sin comprometer la hegemonía naval otomana en el Mediterráneo Oriental, sí consiguió aliviar la presión sobre el Occidental, manteniéndose el statu quo durante los siglos siguientes.

El rey agitado (1571-1598)

El tiempo de júbilo en Madrid fue efímero. En 1566, disturbios liderados por calvinistas en los Países Bajos Españoles (aproximadamente equivalentes a los actuales Países Bajos y Bélgica, heredados por Felipe de la mano de Carlos y sus antepasados borgoñones) provocaron que el Duque de Alba dirigiera una expedición militar para restaurar el orden con una enérgica represión. En 1568, Guillermo de Orange encabezó una sublevación armada contra Alba, al tiempo que inicia la guerra propagandística antiespañola conocida como "Leyenda Negra". Fue el inicio de la Guerra de los Ochenta Años que, con el tiempo, dividió el territorio entre un norte mayoritariamente protestante que obtuvo la independencia (las Provincias Unidas encabezadas por Holanda), y un sur católico que permaneció bajo control español (la actual Bélgica).

Desde la Baja Edad Media existía una fuerte conexión económica entre Flandes y los intereses laneros de la aristocracia y los comerciantes castellanos, particularmente con el vital puerto de Amberes, que se habían intensificado con la explotación colonial de América. En 1572, una banda de rebeldes corsarios holandeses conocidos como los watergeuzen ("Mendigos de mar") tomaron varios pueblos costeros holandeses, cortando la salida al mar de Amberes y los territorios del norte, en apoyo de Guillermo.

La defensa de Cádiz, por Zurbarán

Para España, la guerra fue un verdadero desastre. En 1574, el ejército español al mando de Luis de Requesens fue repelido en el asedio de Leiden después de que los holandeses destruyeran los diques que contenían el Mar del Norte, inundando el territorio e impidiendo las maniobras militares. En 1576, a la vista de la imposibilidad de sostener los costes de su ejército de ocupación de los Países Bajos de 80.000 hombres y los de la enorme flota vencedora de Lepanto, Felipe tuvo que aceptar la quiebra. El ejército en los Países Bajos se amotinó no mucho después, saqueando Amberes y el Sur de los Países Bajos, impulsando a varias ciudades de las anteriormente pacíficas provincias del Sur a unirse a la rebelión. Los españoles escogieron el camino de la negociación y pacificaron la mayoría de las provincias del Sur de nuevo con la Unión de Arras en 1579.

El acuerdo de Arras requirió que todas las tropas españolas abandonaran estas tierras. En 1580, esta circunstancia le dio al rey Felipe la oportunidad de consolidar su posición hegemónica en Europa, cuando el último miembro masculino de la familia real portuguesa, el Cardenal Enrique de Portugal, murió. Felipe reclamó sus derechos sucesorios al trono portugués y en junio envió un ejército a Lisboa al mando del Duque de Alba para asegurarlos. Los imperios español y portugués combinados pusieron en las manos de Felipe la casi totalidad del Nuevo Mundo explorado junto a un vasto imperio comercial en África y Asia.

Mantener Portugal bajo control requirió una amplia fuerza de ocupación y España estaba todavía recuperándose de la quiebra de 1576. En 1584 Guillermo de Orange fue asesinado por un fanático católico. La muerte del popular líder de la resistencia holandesa (cuya cabeza había sido puesta a precio por Felipe II) se esperaba que traería el fin de la guerra, pero no lo hizo. En 1586, la reina Isabel I de Inglaterra, apoyó la causa protestante en los Países Bajos y Francia, y Sir Francis Drake hostigaba los intereses comerciales españoles en el Caribe y el Océano Pacífico, junto con un ataque particularmente agresivo al puerto de Cádiz. En 1588, esperando acabar con la intromisión de Isabel, Felipe envió la Armada Invencible a atacar Inglaterra. De los 130 barcos enviados en la misión, sólo la mitad regresaron a España sin incidentes, y unos 20.000 hombres perecieron. Algunas fueron víctimas de los barcos ingleses, pero la mayoría lo fueron del duro tiempo encontrado durante su viaje de regreso. El desastroso resultado, consecuencia de una combinación del tiempo desfavorable y de la suerte y eficacia de la flota inglesa de Lord Howard de Effingham, provocó una completa revisión y reparación de los barcos de la armada española, las armas y las tácticas. Los ataques ingleses fueron respondidos, y gracias a un errado contraataque inglés (Armada Inglesa) el poder naval español recuperó rápidamente la posición preeminente que mantuvo durante otro medio siglo. España también proporcionó ayuda a una durísima guerra irlandesa que vació a Inglaterra de recursos y donde también resultaron asaltados los pueblos costeros ingleses. No obstante, ahora la Casa de Austria tenía otra vez un poderoso enemigo con quien competir, forzando a España a mantener una armada todavía más fuerte y cara, además de los enormes gastos de los ejércitos en sus muchos territorios dispersos.

España se había implicado en la guerra religiosa de Francia después de la muerte de Enrique II. En 1589, Enrique III, el último del linaje Valois, murió en las murallas de París. Su sucesor, Enrique IV de Navarra, el primer rey de Francia Borbón, fue un hombre de gran capacidad, que obtuvo victorias clave contra la Liga Católica en Arques (1589) e Ivry (1590). Decididos a evitar que Enrique se convirtiera en rey de Francia, los españoles dividieron su ejército en los Países Bajos e invadieron Francia en 1590.

Véase también: Crisis sucesoria en Portugal (1580)

"Dios es español" (1596-1626)

Afrontando las guerras contra Inglaterra, Francia y los Países Bajos, cada una dirigida por líderes extraordinariamente capaces, la ya agotada España estaba desbordada. Luchando continuamente contra la piratería que dificultaba su tráfico marítimo en el Atlántico aunque no interrumpía sus vitales envíos de oro desde el Nuevo Mundo (sólo fue capturado uno de los convoyes, el de 1628, por el holandés Piet Hein), la Real Hacienda se vio forzada a admitir la quiebra de nuevo en 1596. Los españoles intentaron liberarse de varios conflictos en los que estaban involucrados, primero firmando la Paz de Vervins con Francia en 1598, reconociendo a Enrique IV (convertido al catolicismo desde 1593) como rey de Francia y restaurando muchas de las estipulaciones de la anterior Paz de Cateau-Cambrésis. Un tratado con Inglaterra fue acordado en 1604, después de la ascensión del más tratable rey estuardo Jacobo I.

La paz con Inglaterra y Francia significó que España podría centrar sus energías en restaurar su gobierno de las provincias holandesas. Los holandeses, liderados por Mauricio de Nassau, el hijo de Guillermo de Orange y quizá el mejor estratega de su tiempo, tuvieron éxito en tomar varias ciudades de la frontera desde 1590, incluyendo la fortaleza de Breda. Después de la paz con Inglaterra, el nuevo comandante español Ambrosio Spinola presionó duramente a los holandeses. Spinola, un general de capacidad similar a Mauricio, no pudo conquistar los Países Bajos, entre otras cosas por la repetición de una nueva quiebra en 1607. En un ejercicio de realismo adecuado al temperamento del rey Felipe III y su valido el duque de Lerma, se firmó en 1609 la Tregua de los Doce Años entre España y las Provincias Unidas, periodo conocido como Pax Hispánica.

España no consiguió grandes ventajas de la tregua, las finanzas siguieron en desorden y el imperio colonial siguió sufriendo ataques cada vez más humillantes, en beneficio sobre todo de Holanda. En los Países Bajos, el gobierno de la hija de Felipe II, Isabel Clara Eugenia y su marido, el archiduque Alberto, restauró la estabilidad en los Países Bajos del Sur y amortiguó los sentimientos antiespañoles en el área. El sucesor de Felipe II, Felipe III, fue un hombre de capacidad limitada no interesado en política, que prefería permitir que otros se encargaran de los detalles. Su valido, Lerma, atento sobre todo a lo que tocaba a sus intereses particulares, logró dar la vuelta a los libros de cuentas españoles y hacerse uno de los hombres más ricos de Europa con una fortuna de unos 44 millones de táleros. El éxito personal de Lerma le acarreó enemigos y alegaciones bien fundadas de corrupción, que llevaron al cadalso a su hombre de confianza, Rodrigo Calderón. En 1618 es sustituido por su hijo el duque de Uceda, en lo que puede considerarse como una transición, pues alcanzó el poder apoyado por el bando nobiliario rival a su propio padre. No será hasta 1621, con la llegada del nuevo rey, Felipe IV, que los Sandoval fueran sustituidos en el puesto de máxima confianza por los Zúñiga (primero Baltasar de Zúñiga y luego el conde duque de Olivares). Mientras que los validos de Felipe III se habían desinteresado por los asuntos de Austria, su aliado dinástico; Zúñiga era un veterano embajador de Viena y creyó que la clave para contener a los resurgentes franceses y eliminar a los holandeses era una alianza más cercana con los Habsburgo.

La rendición de Breda (1625) de Ambrosio Spinola, por Velázquez. No se representa el triunfalismo habitual de la victoria.

En 1618, tras las defenestraciones de Praga, Austria y el Emperador del Sacro Imperio Romano, Fernando II, se embarcaron en una campaña contra la Unión Protestante y Bohemia. El nuevo rey y sus validos eran considerablemente más activos que Felipe III, pero incluso durante los últimos años de éste, Zúñiga, que ya gozaba de una posición elevada en la corte, había conseguido el apoyo a los Habsburgo austríacos en la guerra, y Ambrosio Spinola, la creciente estrella del ejército español, fue enviado como el jefe del Ejército de Flandes para intervenir, invadiendo el Palatinado. Así, España entró en la Guerra de los Treinta Años. A la muerte de Zúñiga en 1622, éste fue reemplazado por su sobrino Gaspar de Guzmán y Pimentel, conde-duque de Olivares, un hombre capacitado que creía que el centro de todas las tragedias de España se encontraba en Holanda. Después de ciertos contratiempos iniciales, los bohemios fueron derrotados en la batalla de la Montaña Blanca en 1621, y de nuevo en Stadtlohn en 1623. Mientras estuvo en vigor la tregua de los doce años, España estaba en paz con los Países Bajos protestantes, pero la tregua, que expiraba en 1621, no se renovó, añadiendo otro frente de conflicto. Spinola tomó la fortaleza de Breda en 1625. La intervención del rey danés Cristián IV en la guerra aumentó las preocupaciones (Cristián era uno de los pocos monarcas de Europa que no tenía problemas con sus finanzas) pero la victoria del general imperial Albrecht von Wallenstein sobre los daneses en Dessau y de nuevo en Lutter, ambas en 1626, eliminó la amenaza. Hubo esperanza en Madrid de que los Países Bajos podían ser finalmente reincorporados dentro del Imperio, y después de la derrota de Dinamarca los protestantes en Alemania parecían apagados. Francia se vio envuelta de nuevo en sus propias inestabilidades (el famoso asedio de La Rochelle comenzó en 1627), y la preeminencia de España parecía irrefutable. El conde-duque de Olivares estridentemente afirmó "Dios es español y combate con nuestra nación estos días" (Brown and Elliott, 1980, p. 190) y muchos de los adversarios de España habrían estado de acuerdo a regañadientes.

El camino hacia Rocroi (1626-1643)

El rey Felipe IV de España (r. 1621-1665) por Velázquez

Olivares fue un hombre desgraciadamente fuera de tiempo; se dio cuenta de que España necesitaba reformarse, y para reformarse necesitaba paz. La destrucción de las Provincias Unidas de los Países Bajos fue añadida a su lista de necesidades porque detrás de cada coalición anti-Habsburgos había dinero holandés: los banqueros holandeses respaldaban los comerciantes de India Oriental de Sevilla, y en todas partes del mundo los emprendedores y colonizadores holandeses debilitaban las hegemonías española y portuguesa. Spinola y el ejército español se centraron en los Países Bajos, y la guerra parecía ir a favor de España.

En 1627, la economía castellana se desplomó. Los españoles habían estado devaluando su moneda para pagar la guerra y los precios estallaron en España de la misma manera que lo hicieron los años anteriores en Austria. Hasta 1631, partes de Castilla funcionaban en una economía de trueque como resultado de la crisis monetaria, y el gobierno era incapaz de recaudar cualquier impuesto significativo del campesinado, dependiendo en cambio de sus colonias (Flota de Indias). Los ejércitos españoles en Alemania se reordenaron para "pagarse entre ellos" en la tierra. Olivares, que había apoyado ciertas medidas en los impuestos de España pendientes de la conclusión de la guerra, fue además culpado por una embarazosa e infructuosa guerra en Italia (véase Guerra de Sucesión de Mantua). Los holandeses, que durante la Tregua de los Doce Años habían hecho de su armada una prioridad, devastaron el comercio marítimo español y especialmente el portugués, del cual España era completamente dependiente después del desplome económico. Los españoles, con los recursos esparcidos, eran cada vez más incapaces de lidiar con las rápidamente crecientes amenazas navales.

En 1630, Gustavo Adolfo de Suecia, uno de los más capaces comandantes del momento, desembarcó en Alemania y liberó el puerto de Stralsund que era la última fortaleza en el continente controlada por fuerzas alemanas contrarias al Emperador. Gustavo entonces marchó hacia el Sur obteniendo victorias notables en Breitenfeld y Lützen, atrayendo más respaldo de la causa protestante a medida que avanzaba. La situación para los católicos mejoró con la muerte de Gustavo en Lützen en 1632 y una impresionante victoria de las fuerzas imperiales bajo el Cardenal-Infante Fernando y Fernando II de Hungría en la batalla de Nördlingen en 1634. Desde una posición de fuerza, el Emperador se acercó a los estados alemanes cansados de la guerra con una paz en 1635; muchos aceptaron, incluidos los dos más poderosos, Brandeburgo y Sajonia.

El Cardenal Richelieu había sido un fuerte partidario de los holandeses y los protestantes desde el inicio de la guerra, enviando fondos y material en un intento de detener la fuerza de los Habsburgo en Europa. Richelieu decidió que la recién firmada Paz de Praga era contraria a los intereses franceses y declaró la guerra al emperador del Sacro Imperio Romano y a España pocos meses después de haberse firmado la paz. Las más experimentadas fuerzas españolas se anotaron éxitos iniciales; Olivares ordernó una campaña relámpago en el Norte de Francia desde los Países Bajos Españoles, esperando destrozar la firmeza de los ministros del rey Luis XIII y derrocar a Richelieu antes de que la guerra agotara las finanzas españolas y de que los recursos militares de Francia pudieran ser completamente desplegados. En el "année de Corbie", 1636, las fuerzas españolas avanzaron al Sur hasta Amiens y Corbie, amenazando París y terminando la guerra en sus cercanías.

La Batalla de Rocroi (1643), el fin simbólico de España como la gran potencia dominante.

Después de 1636, no obstante, Olivares, temeroso de poder provocar otra desastrosa quiebra, paró el avance. El ejército español nunca penetraría de nuevo. Así, los franceses ganaron tiempo para movilizarse correctamente. En la batalla de las Dunas en 1639 una flota española fue destruida por la armada holandesa, y los españoles se encontraron incapaces de reforzar y proveer adecuadamente a sus fuerzas en los Países Bajos. El Ejército de Flandes español, que representó lo mejor de los soldados y líderes españoles, se enfrentó a una invasión francesa liderada por Luis II de Borbón, príncipe de Condé en los Países Bajos Españoles en Rocroi en 1643. Los españoles, liderados por Francisco de Melo, fueron devastados, con la mayoría de la infantería española masacrada o capturada por la caballería francesa. La buena reputación del Ejército de Flandes fue rota en Rocroi, y con ella, el esplendor de España.

El fin de la Casa de Austria (1643-1700)

Apoyados por los franceses, los catalanes, napolitanos y portugueses se levantaron en revuelta contra el monarca español en los años 1640. Con los Países Bajos Españoles efectivamente perdidos después de la batalla de Lens en 1648, los españoles hicieron las paces con los holandeses y reconocieron la independencia de las Provincias Unidas en la Paz de Westfalia que acabó tanto la Guerra de los Ochenta Años como la Guerra de los Treinta Años.

La guerra con Francia continuó durante once años más. Aunque Francia sufrió una guerra civil en 1648-1652 (véase Guerras de la Fronda) la economía española estaba tan agotada que fueron incapaces de sacar provecho de la inestabilidad francesa. Nápoles fue tomada de nuevo en 1648 y Cataluña en 1652, pero la guerra llegó efectivamente a su final en la batalla de las Dunas donde el ejército francés bajo el vizconde de Turenne derrotó los restos del ejército español en los Países Bajos. España aceptó la Paz de los Pirineos en 1659, en la que cedió a Francia el Rosellón, Conflent, Vallespir y parte de la Cerdaña, Foix, Artois, parte de Lorena y otras plazas europeas.

Portugal se había rebelado en 1640 bajo el liderazgo de Juan IV, pretendiente al trono de la dinastía de Braganza, en lo que se conoce como la Guerra de Restauración. Recibió un apoyo generalizado de los portugueses, y los españoles - que tenían que ocuparse de las rebeliones en otros lugares y de la guerra contra Francia - fueron incapaces de responder. Los españoles y portugueses vivieron en un estado de paz de facto de 1644 a 1657. Cuando Juan IV murió en 1657, los españoles intentaron arrancar Portugal de su hijo Alfonso VI, pero fueron derrotados en Ameixial (1663) y Montes Claros (1665), conduciendo al reconocimiento de España de la independencia portuguesa en 1668.

Carlos II, el último Habsburgo rey de España (r. 1665-1700)

Felipe IV, que había visto durante el transcurso de su vida la devastación del imperio de España, cayó lentamente en una depresión después de tener que despedir a su cortesano favorito, Olivares, en 1643. Se entristeció todavía más después de la muerte de su hijo Baltasar Carlos en 1646 a la pronta edad de diecisiete años. Felipe fue cada vez más místico cerca del final de su vida, y en última instancia intentó enmendar algunos de los daños que había hecho a su país. Murió en 1665 antes de que nada pudiera ser cambiado, esperando que su hijo podría ser de alguna manera más afortunado. Carlos, su único hijo superviviente, era gravemente deforme y retrasado mental, y permaneció bajo la influencia de su madre durante toda su vida. Luchando contra sus deformidades, las expectativas y las burlas de su familia y la corte, Carlos llevó una desgraciada existencia, lo que le supuso llevar el mote de "el hechizado" .

Carlos y su regencia fueron incompetentes en ocuparse de la Guerra de Devolución que Luis XIV de Francia llevó adelante contra los Países Bajos Españoles en 1667-1668, perdiendo considerable prestigio y territorio, incluyendo las ciudades de Lille y Charleroi. En la Guerra de los Nueve Años Luis de nuevo invadió los Países Bajos Españoles. Las fuerzas francesas lideradas por el duque de Luxemburgo derrotaron a los españoles en Fleurus (1690), y posteriormente vencieron a las fuerzas holandesas bajo Guillermo III, que luchaban en el bando de España. La guerra acabó con la mayoría de los Países Bajos Españoles bajo ocupación francesa, incluyendo las importantes ciudades de Gante y Luxemburgo. La guerra mostró al mundo lo vulnerables y retrasadas que eran las defensas y burocracia españolas, aunque el ineficaz gobierno español no tomó ninguna acción para mejorarlas.

Las últimas décadas del siglo XVII vieron la decadencia y el estancamiento completo en España; mientras el resto de Europa pasó por apasionantes cambios en el gobierno y la sociedad - la Revolución Gloriosa en Inglaterra y el reinado del "Rey Sol" Luis XIV en Francia - España continuó a la deriva y cerrada en sí misma. La burocracia española que se había forjado alrededor del carismático, trabajador e inteligente Carlos I y Felipe II exigía un monarca sólido; la debilidad de Felipe III y IV llevó a la decadencia de España. Como sus deseos finales, el rey de España sin hijos deseó que el trono pasara al príncipe Borbón Felipe de Anjou, en vez de a un miembro de la familia que le había atormentado durante toda su vida. Carlos II murió en 1700, finalizando la línea de la Casa de Austria exactamente dos siglos después de que naciera Carlos I.

La sociedad española y la Inquisición (1516-1700)

Un auto de fe, pintado por Francisco Ricci, 1683

Artículo principal: Inquisición española

La Inquisición española fue formalmente fundada durante el reinado de los Reyes Católicos, continuada por sus sucesores Habsburgos, y no terminó hasta el siglo XIX. Bajo Carlos I la inquisición se convirtió en un ministerio formal del gobierno español que adquirió un control propio a medida que avanzaba el siglo XVI. Carlos también aprobó los Estatutos de limpieza de sangre, una ley que impedía el acceso a muchas instituciones y cargos públicos a los que no eran cristianos viejos puros, sin sangre judía. Aunque la tortura era común en Europa, la manera cómo se practicaba en la Inquisición fomentó la corrupción y delación, y se convirtió en un factor coadyuvante de la decadencia española. Se convirtió en un método para enemigos, amigos celosos e incluso relaciones reñidas para usurpar influencia y propiedades. Una acusación, incluso si era en gran parte infundada, llevaba a un largo y angustioso proceso que podía durar años antes de llegar a un veredicto, y entre tanto la reputación y estima del acusado eran destruidas. El tristemente célebre auto de fe era un espectáculo social, en que se humillaba públicamente a los penitentes (el espectáculo dantesco de quema de los "relajados" en la hoguera se realizaba en "braseros", lugares apartados).

Si Carlos continuó la práctica de la Inquisición, Felipe II la expandió, e hizo de la ortodoxia religiosa un objetivo de la política pública. En 1559, tres años después de que Felipe llegara al poder, se prohibió a los estudiantes de España viajar al extranjero, los líderes de la Inquisición fueron puestos a cargo de la censura, y se impidió la importación de libros. Felipe intentó con vigor eliminar el protestantismo en España, participando en innumerables campañas para eliminar la literatura luterana y calvinista del país, esperando evitar el caos que ocurría en Francia.

La iglesia en España había sido purgada de muchos de sus excesos administrativos en el siglo XV por el Cardenal Cisneros, y la Inquisición sirvió para expurgar a muchos de los reformadores más radicales que intentaban cambiar la teología de la iglesia a como los reformadores protestantes querían. En cambio, España, recién salida de la Reconquista, se convirtió en la impulsora de la Contrarreforma. Se desarrollaron en España dos hilos únicos de pensamiento contrarreformista en las personas de la abulense Santa Teresa de Jesús y el vasco Ignacio de Loyola. Teresa defendía el monasticismo estricto y un restablecimiento de tradiciones más antiguas de penitencia. Experimentó un éxtasis místico que resultó profundamente influyente en la cultura y arte español. Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, tuvo una influencia mundial en su énfasis en la excelencia espiritual y mental y contribuyó a un resurgimiento del conocimiento en Europa. En 1625, en un momento cumbre de prestigio y poder español, el Conde-Duque de Olivares estableció el Colegio Imperial jesuita en Madrid para preparar a los nobles españoles en las humanidades y las artes militares.

La expulsión de los Moriscos de Valencia

Los moriscos del sur de España habían sido convertidos a la fuerza al cristianismo en 1502, pero bajo el gobierno de Carlos I pudieron obtener un grado de tolerancia de sus gobernantes cristianos. Se les permitió practicar sus costumbres anteriores, indumentaria e idioma; y las leyes religiosas fueron laxamente impuestas. No obstante, en 1568, bajo Felipe II los moriscos se rebelaron (véase Rebelión de las Alpujarras) después de que se impusieran de nuevo las antiguas leyes. La revuelta sólo pudo ser sofocada por tropas italianas bajo Don Juan de Austria, e incluso entonces los moriscos se retiraron a las zonas montañosas y no fueron derrotados hasta 1570. A la revuelta le siguió por un enorme programa de reasentamiento en donde 12.000 campesinos cristianos reemplazaron los moriscos. En 1609, aconsejado por el Duque de Lerma, Felipe III expulsó a los 300.000 moriscos de España.

La Ilustración criticó principalmente a los españoles por su excesivo celo religioso y su "pereza". Entre los miembros de la aristocracia, que gozaban de más seguridad en sus posiciones de poder (a diferencia de sus colegas en Francia e Inglaterra que eran cada vez más competitivos) podía aplicarse el argumento de la "pereza española". La expulsión de los trabajadores moriscos y judíos ciertamente hizo poco para ayudar a la economía y sociedad española que dependía de su trabajo y habilidad mucho más de lo que los cristianos creían.

La burocracia española (1516-1700)

Los españoles recibieron un enorme influjo de oro como botín desde las colonias en el Nuevo Mundo cuando éstas fueron conquistadas, mucho del cual Carlos lo usó para llevar adelante sus guerras en Europa. No fue hasta los años 1540 que grandes depósitos de plata fueron encontrados en Potosí y Guanajuato y una estable fuente de ingresos fue obtenida. Los españoles dejaron la minería a la iniciativa privada pero establecieron un impuesto conocido como el "quinto real" a través del cual una quinta parte del metal era recaudado por el gobierno. Los españoles tuvieron bastante éxito haciendo cumplir el impuesto en la totalidad de su vasto imperio en el Nuevo Mundo; todos los lingotes tuvieron que pasar a través de la Casa de Contratación de Sevilla, bajo la dirección del Consejo de Indias. El suministro de mercurio de Almadén, vital para extraer plata de la mena, fue controlado por el estado y contribuyó al rigor de la política de impuestos española.

Aunque las conquistas iniciales en las Américas proporcionaron marcados repuntes en importaciones de oro desde las colonias, no fue hasta los años 1550 cuando se convirtieron en una fuente habitual y vital de los ingresos de España. La inflación - tanto en España como en el resto de Europa - fue principalmente causada por la deuda; Carlos había llevado a cabo la mayoría de sus guerras a crédito, y en 1557, un año después de que abdicara, España se vio forzada en su primera quiebra.

Un galeón español, el símbolo del imperio marítimo de España.

Afrontando la creciente amenaza de la piratería, en 1564 los españoles adoptaron un sistema escolta muy adelantado a su tiempo, con la salida de las flotas del tesoro de las Américas en abril y agosto. La política resultó eficiente, y tuvo bastante éxito. Sólo dos convoyes fueron capturados; uno en 1628 que fue capturado por los holandeses, y otro en 1656, capturado por los ingleses, pero para entonces los convoyes eran una sombra de lo que habían sido en su momento cumbre a finales del siglo anterior. No obstante incluso sin ser completamente capturadas, frecuentemente fueron atacadas, lo que inevitablemente tuvo un precio. No todo el comercio marítimo del disperso imperio podía protegerse por grandes convoyes, permitiendo a los corsarios holandeses, ingleses y franceses y a los piratas tener la oportunidad de devastar el comercio entre las costas americana y española y asaltar asentamientos aislados. Esto fue particularmente salvaje a partir de los años 1650, con ambos bandos cayendo en extraordinarios niveles de barbarie, incluso por los estándares contemporáneos. España también tuvo que encargarse de la piratería berberisca en el Mediterráneo y de Oriente y la piratería holandesa en las aguas alrededor de las Filipinas.

La expansión del imperio español en el Nuevo Mundo fue llevada a cabo desde Sevilla, sin la cercana dirección de los dirigentes de Madrid. Carlos I y Felipe II estuvieron principalmente ocupados con sus deberes en Europa, y así el control de las Américas fue llevado por virreyes y administradores coloniales que funcionaban con efectiva autonomía. Los reyes Habsburgos consideraron sus colonias como sociedades feudales en vez de partes integrantes de España. Los Habsburgo, familia que había gobernado tradicionalmente sobre diversos dominios no contiguos y había sido forzada a delegar autonomía a administradores locales, duplicaron estas políticas feudales en España, particularmente en el País Vasco y Aragón.

Esto significó que los impuestos, la mejora de infraestructuras y las políticas de comercio interior fueron definidas independientemente por cada región, llevando a muchas barreras de aduanas interiores y peajes, y políticas contradictorias incluso dentro de los dominios de los Habsburgo. Carlos I y Felipe II fueron capaces de dominar las diferentes cortes a través de su impresionante energía política, pero Felipe III y IV permitieron que decayera, y Carlos II fue completamente incapaz de controlarlas. El propio desarrollo de España fue obstaculizado por el hecho de que Carlos I y Felipe II pasaran la mayoría de su tiempo en el extranjero; durante la mayor parte del siglo XVI, España fue administrada desde Bruselas y Amberes, y fue sólo durante la Guerra de Flandes que Felipe regresó a España, donde pasó la mayoría de su tiempo en retiro en el palacio monástico de El Escorial. El desigual imperio, mantenido unido por un decidido rey que conservaba la hinchada burocracia junta, se desenmarañó cuando un débil gobernante llegó al trono.

Hubieron intentos para reformar la anticuada burocracia española. Carlos, al convertirse en rey, chocó con sus nobles durante la Guerra de las Comunidades de Castilla cuando intentó ocupar posiciones de gobierno con efectivos oficiales holandeses y flamencos. Felipe II se encontró con una importante resistencia cuando intentó imponer su autoridad sobre los Países Bajos, contribuyendo a la rebelión en ese país. El Conde-Duque de Olivares, ministro jefe de Felipe IV, siempre consideró esencial para la supervivencia de España que la burocracia estuviera centralizada; Olivares incluso apoyó la unión completa de Portugal con España, aunque nunca tuvo la oportunidad de hacer realidad sus ideas. Sin la mano firme y diligencia de Carlos I y Felipe II, la burocracia se hizo cada vez más hinchada y corrupta hasta que, por la destitución de Olivares en 1643, se volvió obsoleta.

La economía española (1516-1700)

La ciudad de Zaragoza, por Juan Bautista Martínez del Mazo, lienzo frecuentemente atribuido a Velázquez.

Como la mayoría de Europa, España había sufrido hambruna y la peste durante los siglos XIV y XV. Para el año 1500, Europa estaba comenzando a salir de estos desastres demográficos, y las poblaciones comenzaron a crecer - Sevilla, que era hogar de 60.000 personas en 1500 creció rápidamente a 150.000 para finales del siglo. Hubo un movimiento sustancial hacia las ciudades de España para sacar provecho de las nuevas oportunidades como constructores de barcos y comerciantes para servir al impresionante y creciente imperio español.

La inflación en España, como resultado de la deuda del estado y la importación de plata y oro desde el Nuevo Mundo, provocó privaciones para el campesinado. El coste medio de los bienes se quintuplicó en el siglo XVI en España, encabezado por la lana y los cereales. Aunque razonable cuando se compara con el siglo XX, los precios en el siglo XV cambiaron muy poco, y la economía europea fue sacudida por la llamada revolución de los precios. España, junto con Inglaterra era el único productor europeo de lana, inicialmente beneficiado por el rápido crecimiento. Sin embargo, como en Inglaterra, allí en España comenzó un movimiento de desamortización que ahogó el crecimiento de alimentos y despobló pueblos enteros cuyos residentes estuvieron forzados a trasladarse a las ciudades. Pero a diferencia de Inglaterra, la alta inflación, la carga de las guerras de los Habsburgo y los exagerados impuestos aduaneros que dividían el país y restringían el comercio con las Américas, ahogaron el crecimiento de la industria que podía haber proporcionado una fuente alternativa de ingresos en los pueblos.

La ganadería de ovejas fue practicada extensamente en Castilla, y creció rápidamente con el aumento de precios de la lana apoyado por el rey. Ovejas merinas eran trasladadas anualmente cada invierno desde las montañas del norte hasta el más cálido sur, ignorando los senderos mandados por el estado que tenían la intención de evitar que la oveja pisoteara las tierras de labranza. Las quejas presentadas contra el gremio de pastores, la Mesta, fueron ignoradas por Felipe II que obtenía un buen negocio de los ingresos de la lana. Finalmente, Castilla se volvió estéril, y España fue completamente dependiente de alimentos importados que, dado el coste del transporte y el riesgo de la piratería, eran mucho más caros en España que en cualquier otro lugar. Como resultado, la población de España creció mucho más lentamente que la de Francia; en tiempos de Luis XIV, Francia tenía una población mayor que la de España e Inglaterra combinadas.

Los segadores por Pieter Brueghel el Viejo

El crédito surgió como una extendida herramienta de negocio española en el siglo XVI. La ciudad de Amberes, en los Países Bajos Españoles, estaba en el corazón del comercio europeo y sus banqueros financiaron la mayoría de los créditos de las guerras de Carlos V y Felipe II. El uso de "notas de cambio" se volvió común a medida que los bancos de Amberes fueron cada vez más poderosos y llevó a una amplia especulación que ayudó a exagerar los cambios de precios. Aunque estas tendencias pusieron los cimientos para el desarrollo del capitalismo en España y Europa en conjunto, la falta total de regulación y la corrupción dominante significó que los pequeños terratenientes a menudo perdieron todo con un único golpe de mala suerte. Los terrenos en España se volvieron progresivamente más grandes y la economía se volvió cada vez menos competitiva, particularmente durante los reinados de Felipe III y IV cuando crisis especulativas repetidas sacudieron a España.

La Iglesia Católica había sido siempre importante para la economía española, y particularmente en los reinados de Felipe III y IV, que tuvo ataques de intensa piedad personal y filantropía religiosa, grandes áreas del país fueron donadas a la Iglesia. Los últimos Habsburgo no hicieron nada para fomentar la redistribución de las tierras, y a finales del reinado de Carlos II, la mayoría de Castilla estaba en las manos de unos pocos selectos terratenientes, el mayor de los cuales era de lejos la Iglesia.

Arte y cultura española (1516-1700)

Artículo principal: Siglo de Oro

El Siglo de Oro español fue un floreciente periodo para las artes y la literatura en España, que abarcó aproximadamente desde 1492 hasta 1650. En esta época surgieron figuras de la talla de El Greco y Velázquez en pintura o Garcilaso de la Vega, Miguel de Cervantes, Luis de Góngora, Francisco de Quevedo, Lope de Vega y Calderón de la Barca en cuanto a las letras se refiere. En América destaca la poeta Juana Inés de la Cruz, la última representante de la literatura áurea en español.

El monumento arquitectónico más relevante de la época es el Monasterio de San Lorenzo del Escorial, mandado erigir en el reinado de Felipe II como símbolo de la monarquía universal católica, que, con su estilo renacentista pero austero debido al diseño de Juan de Herrera, quería representar la cumbre del Imperio Español en su periodo de máximo esplendor.

Los pintores más destacados del Siglo de Oro podrían ser El Greco y Velázquez. El primero, activo a fines del siglo XVI, es reconocido por sus representaciones religiosas. El segundo está considerado como el más importante de los artistas españoles en el terreno pictórico por sus precisos y realistas retratos de la corte contemporánea de Felipe IV. Además de estas dos figuras capitales, un nutrido grupo de pintores les secundaron con similares méritos: Bartolomé Esteban Murillo, Francisco de Zurbarán o José de Ribera se cuentan entre los pintores de primera fila que produjo esta época.

El Greco, formado en su tierra natal de Creta y posteriormente en Italia, donde admiró y aprendió el arte de Miguel Ángel, llega a España para cultivar un peculiar manierismo relacionado con el espíritu ascético y místico de la realidad española del reinado de Felipe II y con la prosa y el verso de estas corrientes en su vertiente literaria de Fray Luis de León, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz.

Luis de Góngora, por Velázquez

En cuanto a Velázquez, se aprecia, además de su pintura de corte, los de temas religiosos, como El Cristo, los de género mitológico, como La fragua de Vulcano o El triunfo de Baco e incluso se ha querido ver en él a un precursor del impresionismo en el tratamiento de la luz y la pincelada suelta que reflejan sus pequeños cuadros de la Villa Médici. Pero sin duda sus obras maestras son Las hilanderas, pintado hacia el final de su trayectoria, y sobre todo Las Meninas, un cuadro que ha producido largas reflexiones, como la que le prodigó José Ortega y Gasset.

El esplendor de las letras castellanas se inicia con la obra teórica del humanista Antonio de Nebrija, que en 1492 publica la primera Gramática castellana. A partir de 1528 y con la obra poética de Garcilaso de la Vega, la lírica experimentará un importante cambio de rumbo, adoptando la métrica italiana de los autores del Renacimiento y fijando así, con plenitud, la que había de ser la literatura del Siglo de Oro español, inmersa completamente en los temas y maneras del renacimiento literario.

Una obra realista anónima inaugura el género que posteriormente se llamó novela picaresca: El Lazarillo de Tormes. Su atención a la marginalidad social y la crítica implícita de las instituciones religiosas y la hipocresía social provocó una serie de novelas continuadoras entre las que destaca el Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán. El género fue ampliamente imitado posteriormente en Francia y Alemania en obras como el Gil Blas de Lesage o Moll Flanders de Daniel Defoe.

Cervantes escribe a comienzos del siglo XVII Don Quijote de la Mancha, la obra más universal de la literatura española de todos los tiempos. Concebida como una crítica en forma de parodia de los aspectos más fabulosos de los libros de caballería, la que ha sido considerada el punto de inicio de la novela moderna refleja la realidad deprimida del campo español y consigue reunir todos los géneros narrativos del renacimiento para darles nueva forma con una perspectiva irónica y distanciada no exenta, sin embargo, de un conocimiento profundo de la esencial humanidad de los personajes.

Muy importante asimismo es la creación de la Comedia Nueva por parte de un conjunto de dramaturgos encabezados por Lope de Vega. La capacidad de conectar con el público a la vez que creara las bases para un desarrollo integral del teatro español, le granjeó el calificativo del «Fénix de los Ingenios». Tragedias como El caballero de Olmedo o comedias como La dama boba cimentan su condición de figura clásica del teatro hispano. Digno sucesor tuvo en el más cerebral y barroco Calderón de la Barca, que dominó la escena desde la muerte de Lope hasta pasada la mitad del siglo XVII. La vida es sueño es considerada la obra cumbre del teatro español por sus implicaciones filosóficas.

Por lo que respecta a la poesía barroca, dos figuras, mucho tiempo consideradas opuestas pero hoy unidas en la estética del concepto, dominaron la jerarquía lírica: El difícil y brillante, pero de belleza inmarcesible, Luis de Góngora y el ingenioso, mordaz y gran creador del lenguaje Francisco de Quevedo. Es Juana Inés de la Cruz la última gran escritora del Siglo de Oro. Murió en Nueva España en 1695. Atisbos de reivindicación de la condición femenina y un lenguaje culterano de gran profundidad conceptual avalan su calidad poética.